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Por Grupo Editor / 14 de Septiembre de 2012
CUATRO AÑOS SIN NELMA JALIL
LA TERNURA INDISPENSABLE

El 10 de Septiembre de 2008, Nelma Jalil, presidenta de Madres de Plaza 25 de Mayo de Rosario, emprendía el viaje del encuentro con su hijo, Sergio. Cuatro años después, su presencia sigue haciendo mucha falta. La recordamos con parte de su historia, en su propia voz.


Audio: Nelma Jalil - Madre de Plaza 25 de Mayo




Cuatro años atrás, cuando septiembre recién comenzaba a respirar sus aires de una nueva primavera, Nelma Jalil, inquebrantable, dulce y tozuda luchadora, decidía encender nuevos fuegos en otros arrabales.
Apenas se llevó como equipaje su pañuelo. Ese que es ya símbolo y corazón de la pelea cotidiana por un mundo más justo, más solidario, menos desgarrador.

Su hijo, Sergio Jalil, es uno de los militantes fusilados el 17 de octubre de 1976, en la localidad cordobesa de Los Surgentes. En uno de los barrios pobres de Rosario, Nelma se encontró con su hijo a través de los testimonios de los vecinos, que nunca lo olvidaron.
"Me contó una familia que Sergio le había salvado la vida a su hija. Había recorrido cielo y tierra en su bicicleta, durante todo el día, para conseguirle un remedio que no tenía. Los padres llamaron a la chica, ya más grandecita, y le contaron que yo soy la madre del Turco, así lo llamaban, el mismo que te salvó la vida..."
"Después me acordé que un día Sergio llegó a casa todo sucio, y yo lo retaba. El se reía y me dijo que estaba contento por haberle salvado la vida a una chiquita. Había recorrido toda la ciudad hasta que, por fin, consiguió un remedio. Llegó a casa a las tres de la mañana. El había ayudado, también en ese barrio, a que todos tengan el agua".

Aunque fue recién en 1981 cuando las Madres rosarinas comenzaron a agruparse, ya venían de golpear muchas puertas, caminar muchos pasillos, desandar otros caminos.
La iglesia, el Arzobispado rosarino, se convirtió en el más emblemático sendero, empedrado de mentiras y velos de muerte.
Eugenio Segundo Zitelli, el cura párroco de Casilda, es uno de los más oscuros ejemplos...
"Dígale al padre Griffa, si la envió a que hable conmigo, que yo estoy para cosas más importantes". Respondía: "Se hubiese preocupado por su hijo mucho antes", contó Nelma.
Zitelli justificaba la tortura pero... "si además de tortura hubo violación... ya es otra cosa".

Por otra parte, las falsas promesas: el padre García, secretario del Arzobispado de Rosario, mentía a los familiares de los desaparecidos, les decía las cosas que ellos querían escuchar, a cambio de regalos.
"Una vez me dijo que me prepare, porque para la Nochebuena tendría a mi hijo en casa. Me dijo que arregle sus cosas, que ventile su ropa... y así lo hice. Pero Sergio no llegó nunca".
Nelma Jalil le había regalado vinos finos al padre García. Y en la última oportunidad le regaló un portafolios de cuero, que él mismo le pidió. "Después no hubo más regalos, pero tampoco tuve más audiencia con él...".

Alguna vez, Nelma nos contó: "Cuando sentía frío me desabrigaba, cuando tenía mucho calor me ponía mucha ropa. Porque sentía que Sergio, mi hijo, donde sea que lo tuvieran, estaba sufriendo. Por eso yo no me permitía estar bien. Quería sentir que lo acompañaba..."

Hace cuatro años, Nelma desembarcó en otros arrabales.
La pensamos en el reencuentro con Irma, con Elena, con Rubén. Sus compañeros de amores y odios.
En el abrazo sostenido con Irma, con Elena, con Rubén, sus compañeros de amores y odios.
Con Nelma aprendimos que la ronda es -siempre- contra los relojes y los tiempos del poder.
Que la lucha coherente y sostenida no debe exiliar de nuestras manos la ternura cotidiana.
Que la risa es imprescindible.
Y que un pañuelo blanco jamás, nunca jamás, es de despedida.

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Imagen: Archivo Alapalabra

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
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