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Por Jorge Cadús / 5 de Octubre de 2012
ENTREVISTA A JORGE BOCCANERA
EL POETA ERRANTE

Jorge Boccanera es poeta, periodista y docente. Nació en Bahía Blanca, en 1952. Pasó largos años en el exilio a partir del golpe de Estado de 1976, y en ese recorrido hizo de América su arrabal. Fueye asmático en mitad de la maraña de la selva cotidiana, su palabra es contraseña a la hora de confiar en todos los misterios.

Audio: Jorge Boccanera - El peluquero (Festival de Poesía Rosario, 1996)



"En un puerto de casas bajas, los verdaderos edificios son los grandes barcos. Mi infancia transcurrió en el puerto de Ingeniero White, entre marineros y pescadores inmigrantes. Ese lugar del sur, que antes se llamó Puerto de la Esperanza, estaba sembrado de barcos. Tenían la sombra de los gigantes. Solía visitar ese puerto con mi abuelo Santiago, como quien entra a un zoo de animales de hierro", escribe Jorge Boccanera en la Breve nota aclaratoria de su antología Libro del errante, editado en México en el 2009.
"Quizá ese puerto, signado por la vida errante, y un viento de ademanes bruscos, me llevó un día a los viajes, aún más allá del empujón de 1976, cuando los militares tomaron el poder en mi país. La marca de ese nomadismo sigue allí", sugiere el poeta.
Condenado a deambular por puertas cerradas para siempre, sabe hay una memoria roja que se le deshace a gritos en la boca.

-En el año 2009 editaste tu más reciente libro de poesía, Palma Real. ¿Cómo lo definirías? ¿Qué voces lo recorren?
-Palma Real es un espacio abierto atravesado por las voces del bosque enmarañado, lo diverso, el espacio que contiene todas las formas posibles, y todas las vidas y las muertes posibles. Su forma de crecer no es expandirse, es imaginar. La paradoja es que todo el tiempo se la pasa en lo mismo: imaginar al tiempo; un tiempo que se pudre. Salió de mi tránsito por Centroamérica cuando me fui de Argentina en el 76. Y de viajes posteriores a Nicaragua y Costa Rica. De visitar lugares de selva, los bosques primarios, los ríos enmarcados por montañas tupidas de verde. La recorren las voces de los animales –pájaros, mamíferos, reptiles- pero también personajes como Ana Frank y Rimbaud.

-En tu poema "¿Premio?" escribiste: "Me presento a un concurso / y gana este dolor. / Por unanimidad". "Palma Real" obtuvo el Premio Casa de las Américas 2008. ¿Qué dolores forman parte de Palma Real? Ganaste también el Casa de las Américas en el año 1976. ¿Qué dolores contiene Palma Real de aquel año, que marcó también el inicio de tu exilio en México?
-El poema al que hacés alusión salió en Tacna, Perú en el 79, en el libro Poemas del tamaño de una naranja, y fue escrito tres años antes cuando el premio Casa. Alude, en forma irónica, al hecho de que, de alguna manera se premie un dolor, que era el sentir que estábamos siendo arrasados. Un premio que, por cierto, nunca pude celebrar. Todo libro, incluso Palma Real, contiene pérdidas. Uno de los textos habla de que “hay un bosque quemado en el centro de mi juventud… son treinta mil esos sueños talados”.

-En "Confiar en el misterio" Gelman se entrevista con otros poetas (Tuñón, Manzi, Huidobro, Cardoza y Aragón). ¿Con qué poetas sentís que dialoga tu obra?
-Es una pregunta interesante. Pienso que también con Gelman, Manzi, Tuñón, Vallejo, y además el guatemalteco Luis Cardoza y Aragón, García Lorca, Olga Orozco, el cubano Fayad Jamis, el griego Yannis Ritsos, Juan L. Ortiz, el mexicano Efraín Huerta, Enrique Molina y muchos otros. Con algunos de ellos ya esos diálogos se dieron alrededor de una mesa de café.

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Jorge Boccanera tiene una vasta obra que abarca la poesía, el ensayo y las crónicas.
Publicó los libros de poesía: Los espantapájaros suicidas (1973), Noticias de una mujer cualquiera (1976), Contraseña (1976), Música de fagot y piernas de Victoria, (1979), Poemas del tamaño de una naranja (1979), Los ojos del pájaro quemado (1980), Polvo para morder (1986), Sordomuda (1990), Bestias en un hotel de paso (2002) y Palma real (2008). En forma paralela, sus poemas fueron reunidos en las compilaciones personales: Marimba (1986), Antología poética (1996), Zona de tolerancia (1998), Antología personal (2001), Poemas (2002), Servicios de insomnio (2005), Tambor de jadeo (2008) Sombra de dos lugares (2009) y Cuaderno del errante (2009).
Es autor de los ensayos: Confiar en el misterio/ Viaje por la poesía de Juan Gelman (1994), Sólo venimos a soñar: La poesía de Cardoza y Aragón (1999), y Voces tatuadas. Crónica de la poesía costarricense 1970-2004 (2004).
Escribió además varios libros de historias de vida, relatos y crónicas, entre los que se cuentan Ángeles trotamundos (1993), Ángeles trotamundos II (1996), Malas compañías (1997), Entrelíneas (1999), Tierra que anda/ El exilio de los escritores (1999), Redes de la memoria/ Escritoras ex detenidas de la dictadura (2000) y La pasión de los poetas (2002), Entrelíneas II (2007).
Para teatro escribió: Arrabal amargo (estrenada en 1982 y publicada en 1984) y Perro sobre perro (representada en 1986 y publicada en 1993).
Por su obra poética obtuvo en 1976 el premio Casa de las Américas de Cuba, el Premio Nacional de poesía joven de México y -en el año 2008- el VIII Premio Casa de América de Poesía Americana por su libro Palma real.
Sobre su obra, el poeta reconoce que tiene mucho de artesanal, porque "en realidad, toda la poesía es artesanal. La poesía es a pedal, se te va armando en la cabeza de una manera que está en conjunción con lo que vos respirás, lo que vos sentís. Y tiene mucho de artesanal después en la corrección, porque yo corrijo mucho. Me entretiene mucho verlo desde distintos ángulos, yo disfruto mucho eso. Para mi la corrección no es trabajar algo que esté mal, yo corrijo lo que está bien, porque lo voy afinando".

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-En tus poemas se respiran aires de suburbios y "arrabales amargos". ¿Cómo juega en tu obra la poética del tango?
-Pusiste el dedo en la llaga, pero en una llaga que no duele. El tango y la ciudad –y eso lo hace notar Gelman en el prólogo a una de las ediciones de la antología Marimba- son elementos fuertes en mi formación, aunque en mi caso aparece mixturado el barrio con el follaje enmarañado del paisaje Centroamericano y de México, donde residí 16 años. Me crié en una casa atravesada por la música: mi Viejo cantaba tangos con una orquesta en Bahía Blanca, con el apodo de Roberto del Mar. Yo mismo canté algunos tangos en locales de México y Colombia acompañado con guitarras -esto es poco conocido- y compuse algunos tangos que grabaron Alejandro del Prado, Pirucho Gabetta y Juan Darthés. Tengo una ligazón fuerte con el género grande y de grandes poetas: Cátulo Castillo y Homero Expósito –a quienes tuve la suerte de conocer- Discépolo, Manzi, Celedonio y tantos. Cierro con dos recuerdos: algunas veces fui al bar San Quintín a charlar con Goyeneche (un fenómeno) y escribí una breve historia de vida del Polaco. El segundo tiene que ver con una carta que me envió Piazzolla a inicios de los 80; le había gustado un poema mío, “Fueye”, y hablaba de hacer algo juntos. ¿Te imaginás? Casi me muero del corazón. Al final nos vimos en Buenos Aires cuando regresé del exilio, pero él no estaba bien de salud y no se pudo. El tango instrumental tiene un vuelo fenomenal y las letras poseen gran hondura. Hay que ver cómo Discépolo en “Uno” sintetiza el bajón de la sociedad en momentos críticos del país (pienso en el 2002, por ejemplo) cuando habla de “punto muerto de las almas”. Vuelvo a la pregunta, hay un fraseo de coloquio urbano en mi poesía, una respiración de ciudad y tango, claro que eso va cruzado con la selva, la montaña tupida, de los viajes y dan un producto medio raro, ¿no?

-Trabajaste sobre la figura de Carlos Gardel, uno de los mitos más interesantes de nuestro país. ¿Qué te atrae de esa figura?
-Yo trabaja en un taller de fundación de aluminio con un tío, Yiyo, tanguero y fanático de Gardel, así que la voz del morocho me acompañaba en el laburo con sus tanguitos. Fuera de esto, qué más se puede decir de Gardel, hay que hacer silencio y escucharlo. Escribí una obra de teatro con él de personaje central: Arrabal amargo, estrenada en uno de los ciclos de Teatro Abierto; un Gardel traspapelado en la represión de los ’70; también está en mi poesía y en el borrador de una novela que estoy trabajando.

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Sobre finales de la década del 90, Jorge Boccanera le cuenta al director del Instituto de Derechos Humanos en Costa Rica, Juan Méndez, que quiere "denunciar ante ese organismo que entre los 30.000 desaparecidos estaba también la imaginación".
Diez años después, le dirá a este cronista que esa fue "una forma exagerada de plantear que el miedo y la represión nos había recortado muchas cosas, y aparte de las vidas que nos sesgaron -tan valiosas- de los 30.000 compañeros desaparecidos estaba la imaginación, por todo lo que había dejado como secuela la dictadura de chabacano, de falta de propuesta, de lenguaje de riesgo, de ir más allá en las búsquedas. Yo creo que la imaginación puede ser talada en algún momento. Entonces no hay ese volar del que se habla popularmente cuando se dice 'la imaginación vuela´. Porque la imaginación es una manera de asociar, de vincular, que necesita de la libertad".
Y dirá también el poeta que ese recorte, ese cercenamiento del vuelo, se continuó en democracia.
"Una manera de talar la imaginación es no dando contenidos a la democracia. Por eso, muchos espacios los fue ganando el pensamiento conservador, la frivolidad. Y tenemos estos popes mediáticos que quieren representar a la gente en sus opiniones, y pasan de rifar una licuadora a bajar línea política. Y eso porque los espacios de la democracia no se llenaron de contenidos. El autoritarismo siempre necesitó de dos vías: el atropello físico, y la banalidad. Es decir, por un lado te cagan a palos, y por otro te dan frivolidad. Y cuando baja uno de esos polos, crece el otro".

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-Se ha discutido muchas veces sobre las divisiones en el terreno de la poesía. En nuestro país -y no sólo- se llegó a criminalizar la llamada "poesía política", poniéndole "precio" a la cabeza de poetas. Desde tu mirada, ¿existe una poesía social y una que no lo es? ¿Existe un tema para la poesía?
-En Palma Real ironizo un poco esta mirada siempre dicotómica entre una supuesta poesía de contingencia y otra hermética. Es en un poema que, de alguna manera está diciendo que toda literatura es social porque el lenguaje es una herramienta social, dice: “El vuelo del halcón peregrino escribe un poema político. Los arrecifes de coral –sumergidos fuegos de artificio- escriben un poema político. Cuando el tucán arcoiris da su mejor perfil, escribe un poema político…“ De cualquier manera este tema está saldado en las poéticas de los grandes, sobre todo en la obra de Gelman donde convive la búsqueda formal y los lenguajes de riesgo con la mirada crítica. Cuando se habla de compromiso, me gusta decir que encuentro poetas que no se comprometen ni siquiera con su propia imaginación.

-A raíz de tu obra, José Saramago escribió: "No hay espacios vacíos en la poesía de Jorge Boccanera". En forma paralela, muchas veces tu poesía cuenta de ausencias, interroga sobre ausencias ("una cifra tristísima de gente que no está"). ¿Edifican también esas ausencias tu poesía? ¿De qué modo?
-En muchos de mis poemas están las pérdidas, pero no sólo aparecen en mi poesía sino también en textos en prosa. Escribí varias notas sobre el poeta desaparecido Roberto Santoro, a quien conocí bien, y prologué uno de los libros de otro secuestrado, el poeta Dardo Dorronzoro. Mi literatura está hecha también con la oscuridad de esos días amargos, pero rescato de esos compañeros su capacidad de entrega, su solidaridad, su entereza. Ahora escribí un poema, “El desespero”, que habla del lugar terrible del familiar del desaparecido que esperaba algún dato. En ese plantón la persona era desgarrada a un tiempo por la desesperanza y la expectativa. Por eso digo que: “La espera, es mano de obra esclava”. Y que “cruda es la violencia/ en los trabajos del mientras tanto”.

-En 1976, con la dictadura militar, tuviste que partir al exilio. En tu trabajo "Tierra que anda. El exilio de los escritores" abordaste esta cuestión. En tu caso particular, ¿cómo viviste -cómo vivís- ese exilio?
-El exilio se hizo carne en mi vida, y yo formo parte de algo que se llama el exilio. Eso es así. Fue vivir escindido, lejos de los seres queridos, con un gran signo de interrogación en ese entonces sobre los días venideros. Fue muy duro. Se habla a veces con mucha ligereza del tema. Es un tema pendiente, con sus momentos alegres, por qué no, de mucha labor como fue la denuncia sistemática de la represión en cualquier tribuna, también de tristeza, conozco gente que se suicidó. Y de continuidad en la lucha, como algunos que fueron a combatir a El Salvador, Nicaragua, Guatemala. Yo salí a los 23 años por tierra y tardé 6 meses en llegar a México; el viaje me formó. Diferente fue la situación de otros escritores que se fueron más grandes. Por ejemplo Orgambide, Costantini, Viñas, Adellach, con quienes fundamos la editorial Tierra del Fuego, y que partieron al destierro más o menos promediando los 50, la edad que tengo ahora.

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Para contar el exilio, Jorge Boccanera publicó en 1999 su libro "Tierra que anda. El exilio de los escritores". Allí, entrevistó a quienes, desde el oficio, le pusieron el cuerpo a diversas experiencias bajo lluvias ajenas: aquellos que no quisieron volver a escribir, aquellos que no querían permanecer en los países de asilo y tampoco querían volver, aquellos que vestían otras pieles para respirar un instante el aire de la patria.
Todo un país que se convierte "en apenas un puñado de arena que se va entre los dedos. Así, el exilio es una máquina de moler; reduce un lugar a puñados de polvo que solamente adquieren algún peso en la palma abierta de la nostalgia".
Perú, Ecuador, Panamá, Costa Rica y México conforman el camino del exilio personal del poeta errante. Un recorrido por el paisaje que es también un viaje por el lenguaje latinoamericano.
"Mi primer antología, que salió a mitad de los 80, se llama Marimba, que es un instrumento musical que escuchaba en cantinas y bares de Centroamérica. Un instrumento que trajeron los negros del África, y que se extendió mucho del sur de Guatemala a Panamá. Como ésa, muchas palabras uno tiene incorporadas, y muchas situaciones que están en lo que escribo. En Palma Real está la selva centroamericana, los volcanes, la montaña. Parajes donde yo viví".

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-“El silencio no es el vacío, es un todo gestando", escribiste en "Confiar en el misterio". El relato de lo acontecido en nuestros arrabales americanos a partir de mediados de la década del 70 está plagado de mentiras y silenciamientos. Tu poesía -como la de Juan Gelman- pone otras voces a ese acontecer. ¿Puede la poesía construir otro relato desde esos silencios forzados? ¿Hacer pedazos esos silencios cómplices?
-Hay silencios gestando, lo demás son omisiones, ocultamientos, distorsiones de la realidad; algodones mullidos para que la clase media acomodaticia deposite sus nalgas y se sacuda cualquier responsabilidad con la teoría de los dos demonios. Pero lo que más me llama la atención son los conversos, esos que desde supuestas posiciones progresistas reducen la lucha de los 70 a fanáticos de una secta que como tal aspiraban al sacrificio; autistas, gente sin criterio manipulados por cúpulas perversas. No estoy ciego ante los errores de la lucha armada, que muchos de sus protagonistas se han encargado de discutir sin tapujos, pero no soy un converso. En síntesis, en ese tiempo la muerte venía hacia uno (¡y a qué velocidad!) y de ningún modo uno iba hacia la muerte. Hay que salirle al paso a esas distorsiones con las que algunos se han reposicionado.

-Nuestro país tiene una larga tradición de poetas que se desempeñaron -y desempeñan- en el oficio periodístico. Una tradición que parece ir perdiendo vigencia. En tu caso, trabajás en varios medios de comunicación. ¿Cómo describirías la geografía del periodismo hoy? ¿Qué relación puede establecerse entre poesía y periodismo? ¿Existen espacios para la poesía en la crónica cotidiana?
-Te diría que salvo excepciones el periodismo en la Argentina está en crisis: discurso homogéneo, escaso trabajo de investigación, mucha copia y pastiche, poco lenguaje. El polaco Ryszard Kapuscinski dijo que el periodista es un cazador furtivo en todas las ramas de las ciencias humanas; acordemos en que eso hoy puede sonar a mucho, pero pidamos aunque sea una pizca de curiosidad, de imaginación, de algunas lecturas, de un mínimo de búsqueda de datos.
Sobre la relación ente poesía y periodismo, diría que son dos modos diferentes de consultar la vida, de interrogarla. Son espacios diferentes y quizá se complementen en el punto donde la escritura se optimiza. La poesía, se va armando en momentos de perplejidad, de incertidumbre, mientras que lo periodístico avanza más en línea recta, sobre espacios cimentado por informes constatados. De esta disciplina me apasiona la entrevista a distintos personajes, el reportaje de semblanza, la historia de vida. Algunos de estos trabajos fueron reunidos en libros como Malas compañías, Ángeles trotamundos y Entrelíneas. Sobre la tercera pregunta, recuerdo haber conocido a un poeta brasileño, Romano de Sant’anna, que participaba con una poesía en un noticioso de su país. Lo que de la poesía puede entrar en la crónica ciudadana tendrá que ver con la plasticidad del lenguaje, su carga metafórica y simbólica dándole vigor a aquello que se supone un mensaje claro y directo.

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Imagen: Carina Barbuscia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
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