Grupo Editor / 31 de agosto de 2012
LA HISTORIA DE LAS MADRES
ÉLIDA, EL VIENTO Y LOS MOLINOS
En
junio del 2010, con el invierno recién
instalado, Élida López, Madre de Plaza 25 de
Mayo, decidió partir hacia otros arrabales. Tal
vez, para aliviar esta soledad que se le coló en
las manos desde la desaparición de su hijo,
Adrián, en noviembre de 1976. Élida, la de
memoria infinita, supo elegir el tiempo de la
despedida: el 24 de marzo de ese año encabezó
durante todo el recorrido la marcha que recordó
el Golpe de Estado de 1976. Otro 24 de marzo, el
del 2006, Élida alzó su voz en mitad de la
noche, y trazó el relato de la resistencia de
las Madres. Reproducimos ese discurso completo.
La voz de Élida, hilando la épica de la
dignidad.
Audio: Élida López. Marcha del 24 de marzo de
2006
Hoy se cumplen 30 años del golpe de estado, y
los militares genocidas comenzaron a llevarse a
nuestros hijos.
No quiero decir un discurso, sino una
recordación. “Recordar y agradecer”.
Recordar es volver a pasar por el corazón.
Recordar desde que salimos por primera vez a la
calle sin saber que puerta tocar, nunca pensamos
en una desaparición eterna.
Pasaron los días y las madres se movilizaron en
distintos lugares de su ciudad, en cada rincón
del país pasó lo mismo.
Aprendimos solas, en un clima de terror y
persecución. No tuvimos miedo.
En la ciudad que me tocó luchar empezamos a
reunirnos en la sala del obispado, donde no
había nadie, alentadas por una chica a quien le
habían llevado al hermano que nos decía
“señoras, tienen que conocerse, tienen que
agruparse”, y ella nos organizaba.
Un día nos encontramos con un carro de asalto
del ejército en la puerta y se llevaron a la
chica, por cinco días. Ya no pudo volver, en su
lugar continuaron la lucha su madre y su padre.
Luego conseguimos que el Pastor de la Iglesia
Evangélica Metodista nos permitiera reunirnos en
secreto, en un altillo. En ese momento éramos 8
madres, pero más tarde al Pastor lo trasladaron.
Entonces conseguimos una Iglesia católica que
nos abrió las puertas.
¡Esa gente se jugó, y cuánto!
Al salir de aquellas reuniones, muchas veces,
nos encontrábamos con los Ford Falcon verdes en
la puerta, que nos demostraban cómo nos
vigilaban, y a veces nos sacaban fotos.
Lo hacían para asustarnos.
En los primeros días tuvimos la desaparición de
una madre española, ella le había contestado mal
a un general y luego se la llevaron, tenía sus
dos hijos desaparecidos, estaba sola. Tuvimos
que hacer un Habeas Corpus las mismas
compañeras.
Así llegamos a reunirnos setenta madres, y
algunos padres también.
En cada ciudad sucedió algo parecido, se
organizaban marchas y miles de cosas.
Así llegó el día en que las Madres nos reunimos
en Buenos Aires, sucedió en 1977, allí nos
conocimos las Madres de todo el país.
Comenzábamos a hacer escritos y pedidos a todas
partes del mundo, a organizaciones mundiales, lo
hacíamos en conjunto y a título personal.
Organizamos campañas con miles de firmas y
datos.
La campañas de firmas: en nuestras ciudades se
hacían en las calles, en peatonales, a veces
hasta las 2 de la mañana, sobre todo donde había
turistas, se les pedía la firma, profesión y
lugar. Esta campaña duró muchos años, nos
asombrábamos de los lugares remotos, como
Sudáfrica, Holanda, Francia y otros tantos
lugares de donde venía la solidaridad.
La campaña de fotos: estaban los rostros de
nuestros hijos con sus datos, se hacían largas
tiras, envolvíamos los árboles y la Plaza, a lo
largo de la Avenida de Mayo quedaba todo
empapelado.
La campaña de manos: poníamos mesas en la
peatonal y a todo el que pasaba y quería le
dibujábamos las manos, la gente las firmaba y
algunos escribían. Luego, en días sucesivos,
colgábamos las tiras en las plazas de nuestra
ciudad, realizábamos ese trabajo junto a los
grupos de apoyo.
La campaña de figuras: Se ponían cartones en el
suelo y chicas y muchachos se recostaban,
algunas embarazadas, y los estudiantes de Bellas
Artes dibujaban el contorno, luego los
recortaban y ponían en árboles y calles, todas
esas figuras llevaban los nombres de nuestros
hijos.
La campaña de pañuelos: Nos asombró cuando
comenzaron a llegar cajas enormes de cartón
llenas de pañuelos blancos y de telas de todas
partes del mundo, de Bélgica, Noruega, Holanda,
Sudáfrica, Euzkadi, España, Italia, Francia,
Suecia y otros tantos...
Era impresionante, se pusieron tiras y tiras de
un palo a otro, se envolvieron todos los árboles
y los pañuelos se veían a lo largo de las
calles, todos con el nombre del país y alguna
consigna.
Los jóvenes trabajaban semanas enteras para
lograrlo.
Quiero agradecer a todos los jóvenes de los
grupos de apoyo.
Recordar al Dr. Augusto Conte que por años luchó
tanto, le faltaba una hija. Con los años,
decepcionado de no conseguir nada se suicidó.
A Alfredo Bravo, preso y torturado, siguió
luchando por los Derechos Humanos.
A Monseñor Jaime de Nevares. De Neuquén, que
siempre nos apoyó, nos recibió y contestó las
cartas que le mandábamos, todas manuscritas, y
vino a las Marchas de la Resistencia.
También quiero agradecer a Monseñor Miguel
Hessayne.
Recuerdo que eran infaltables a las marchas
Alfredo Bravo, Adolfo Pérez Esquivel, Monseñor
Novak y el Padre Antonio Puigjané.
Agradezco a Federico Pagura.
Nuestro más sincero recuerdo al compañero
arquitecto Alberto Martín Ledesma, a Rubén
Naranjo, a Fidel Toniolli.
También agradezco:
A Graciela Imhoff, Irene Martín y el Sr. Meyer,
quienes nos salieron de garantía para el
alquiler de nuestras sedes.
Al Doctor Baigorri que atendió a Elena Belmont y
desde ese momento siempre nos acompaña.
A la Doctora Inés Cossi por su ayuda
profesional.
Al Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos
que estuvo siempre con nosotros, en todo
sentido.
A Pepi, que nos acompañaba y cocinaba cuando se
hacían los encuentros de Madres del País.
A toda la gente que durante años nos acompañó y
los que todavía nos acompañan, no puedo
nombrarlos a todos pero ellos saben de nuestro
recuerdo.
A los chicos de la revista Alapalabra que
siempre están con nosotros, muchas gracias.
Al periodismo que siempre estuvo con nosotras,
gracias.
A los que sufrieron cárceles y tortura. A los
organismos de Derechos Humanos de Rosario, a
todos, nuestro reconocimiento.
A nuestros maridos que ya no están, sufrieron y
nos apoyaron en nuestra lucha.
Las Madres ganamos el reconocimiento mundial, no
por ser pasivas, teníamos una lucha, no nos
importaba nada, incluso morir, corridas por los
perros, los caballos, pasábamos insultando a los
milicos en la cara, rompiendo las vallas
policiales, cantábamos consignas. Ellos
desocupaban colectivos y subían a las Madres y
las llevaban a las comisarías donde las tenían
varias horas, eso era común, corrían nuestros
abogados hasta sacarnos.
La Marcha de la Resistencia fue comentario en el
mundo, 24 horas girando, allí nos enterábamos de
los hechos insólitos que nos habían ocurrido
durante el año.
En una de las Marchas de la Resistencia la
policía Federal se pertrechó y no nos dejó
pasar, algunas Madres se arriesgaron a pasar por
debajo de los caballos, así los enredamos y
tuvieron que retroceder. Allí nos quedamos,
hicimos la marcha ocupando la Avenida de Mayo y
para ellos fue peor porque cortamos el tránsito
y la marcha nos salió mejor que nunca. Nos
sentamos toda la cuadra en el suelo y los
caballos no podían pasar, fue al estilo Gandhi,
desde ese momento nunca mas nos cortaron la
entrada a la Plaza.
Quiero recordar a nuestras Madres de Rosario ya
fallecidas, María Rosa Witte, la Sra. Pratt,
Nélida Moro, María Irma Molina y Elenita
Belmont... ¡Presentes!
También recordar a las Madres que por diferentes
razones ya no vienen, Ana María Díaz, Francisca
Acosta y Lucrecia Martínez, que estuvieron años
en la agrupación, Gracias.
Nelma Jalil fue la primera madre que comenzó la
ronda en Rosario, solía ir ella solita con su
pañuelo.
Esperanza Labrador, una luchadora, se tuvo que
ir a España, le diezmaron a su familia pero dejó
las cenizas de sus seres queridos en nuestra
Plaza.
A mis queridas compañeras de lucha de Mar del
Plata.
A todas las Madres, las que estuvieron y las que
están nuestro agradecimiento.
Quiero terminar diciendo que el dolor no se
apaga, algunos han tenido su castigo, como Astiz,
repudiado por todos no es dueño de su vida.
Massera lleva mucho tiempo moribundo, ninguno de
ellos puede ser orgullo de su familia. Los
combatimos y no lograron vivir tranquilos.
Todo pasa por el corazón, y para terminar quiero
recordar una consigna de las Madres que siempre
nos acompañó:
No olvidaremos, no perdonaremos.
Ni olvido ni perdón.
Los molinos ya no están, pero el viento sopla
todavía.