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Jorge Cadús y Ariel Palacios / 31 de Agosto de 2012
MURIÓ EL ABOGADO HORACIO ZAMBONI
HASTA LA VICTORIA

El miércoles 22 de agosto último falleció Horacio Zamboni, mítico abogado comprometido durante décadas con las luchas obreras y populares. Representante legal -desde 1968- del Sindicato de Obreros y Empleados Petroleros Unidos (Soepu); protagonista de la construcción de la Intersindical Obrera del Cordón Industrial rosarino que terminó con la intervención del gremio, en marzo de 1976; y abogado también de la primera época del Sindicato de la Alimentación de Firmat; fue detenido en 1974, puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional y desterrado. Cuando pudo retornar del exilio, retomó también sus puestos de lucha, desde una coherencia sin fisuras. Hasta su muerte fue asesor legal del Sindicato Aceitero de Rosario (Soear). Lo que sigue es parte de la entrevista realizada para el libro "Combatiendo al Capital. Rucci, sindicatos y Triple A en el sur santafesino".



-¿Cómo y dónde comienza su militancia política?
-Bueno, pertenezco a una generación que estuvo metida en la política desde su nacimiento, somos gente que nacimos en una época en que la Argentina estaba dividida entre peronistas y antiperonistas, que teníamos 15 años cuando el debate entre educación laica y educación libre, de manera que la politización de nuestra generación es casi natural. No había niño que no tuviera filiación política en los años cuarenta y cincuenta.
Entré en la Universidad en los 60, milité y fui dirigente te diría de primer nivel de la Federación Universitaria Argentina. Esos son los orígenes gremiales.
Políticamente estuve en la fundación del Partido Comunista Revolucionario, fui expulsado de ahí después -aunque esto no venga demasiado al caso- y fui fundador del Socialismo Revolucionario.
Hasta ahí llega la cosa, porque después del Socialismo Revolucionario terminé como un militante sin partido, dirigiendo un semanario (que fue también quincenario y mensuario) que se llamaba Alternativa, que sacó nueve números hasta que me metieron preso, el 8 de noviembre de 1974.

-¿Qué hechos destacaría históricamente en la región en los primeros años de la década del setenta?
-Hay muchos. No sé muy bien cómo se puede destacar uno sobre otros. Si en lugar del '70 tomás el '69 está claro que son los dos rosariazos. Pero hubo un casildazo también, hubo huelgas generales con el Sindicato de San Lorenzo, dos por lo menos. Una en solidaridad con el cordobazo -el único caso que hubo en el país de solidaridad con los cordobeses, que nadie recuerda.- y después estuvo la Asamblea Obrero Popular en San Lorenzo, y la huelga general, donde el Ejército considera como el primer acto de lucha anti-subversiva el operativo desplazado contra ese acto político, porque fue considerada una huelga revolucionaria. El operativo "Mónica", donde el entonces comandante del 2º Cuerpo del Ejército, general Juan Carlos Sánchez, rodeó toda la zona en esas circunstancias. Fue la única vez donde estuvo a punto de decretarse una huelga general en coordinación con Córdoba, porque habían detenido a gente de Sitrac-Sitram que venía al acto. Pero aflojaron y soltaron a más de doscientos presos que había en esas circunstancias.
Te diría que fuera de lo conocido es el acto más importante del punto de vista sindical y político. Y después está, que es más conocido, la huelga en Villa Constitución, en marzo de 1974.

-En esos años el campo obrero soportó una fuerte represión de la mano del Estado, con el accionar de grupos parapoliciales. ¿Cómo vivió esta represión?
-En mi caso particular fui condenado a muerte por la Triple A, junto a otra abogada, Diana Álvarez, abogada de Sulfacid. Un Comando San Martín, de la Triple A, nos condenó a muerte a mediados del '74. Pero bueno, los dos sobrevivimos. Pero se venía hablando desde mucho tiempo antes, toda la gente estaba en pie de guerra, porque las amenazas eran permanentes, las pintadas, los cruces verbales en la CGT, en la calle, los volantes. No había ningún lugar a dudas, te diría que la mayor parte estaba armada con armas cortas para la defensa personal.
Y por supuesto que había conexión entre el accionar de estos grupos parapoliciales y la burocracia sindical. El volante con el que nos condenaron a muerte a nosotros fue sometido a una pericia mecanográfica, y era de la máquina de escribir del Sindicato Petrolero de San Lorenzo, el SUPA. Yo no estuve en eso porque ya estaba exiliado en Perú, pero además es sabido que eran ellos.
La muerte de Ángel Vázquez en Firmat, por ejemplo, fue ordenada por Hipólito Acuña, secretario de la Alimentación en Santa Fe, y uno de los fundadores de la Triple A en la provincia. Él y probablemente Cuello, que era de la UOM de Venado Tuerto. Esa zona era muy transitada por él: Firmat, Venado Tuerto, Villada. Tenían prostíbulos, decían que Cuello era uno de los que regenteaba el mundo de la prostitución. Yo no te lo puedo asegurar, pero era una verdad a voces.

-¿Cómo recuerda la muerte de José Ignacio Rucci?
-Hay documentos del Sindicato de Petroquímicos, donde está la posición que tenía ese sindicato, que yo asesoraba, y coincido plenamente con esa posición. Nosotros estuvimos en contra de la muerte de Rucci. Estuvimos en contra por el método. Ahí está ese documento donde se explica, bueno, estamos en contra de Rucci, siempre estuvimos en contra de Rucci, creemos que hay que voltearlo, sacarlo, expulsarlo del sindicalismo, pero este no es el método. El método es el de los trabajadores. No el de un comando que viene y asesina, le niega el protagonismo a la clase obrera y la deja pintada para recibir las consecuencias de un acto que no ha sido decidida por ella y que no es democrático, además.
Y era la escalada. No es que los grupos para-estatales se hacen por la muerte de Rucci, se hubieran hecho de todas maneras, pero es uno de los puntos que permite a ellos aparecer públicamente.

-¿Cómo definiría a la Triple A?
-Es un grupo armado fascista en el sentido más clásico del término, cuyo objetivo fundamental es liquidar en primer lugar a todo tipo de reacción que tenga ver con el movimiento obrero. Este es el eje central de todo esto. Lo demás es secundario. Por eso más de la mitad de los muertos de todo el Proceso son dirigentes sindicales de base. Y lo que se llamaba burocracia sindical se sigue llamando, porque siguen: todos estos Moyano, Pereyra, son de la Juventud Sindical Peronista.
Y podría sumarse el accionar el tema de las patronales. No descarto que haya patronales que hayan fomentado esto, lo que sí han colaborado: colaboraron prestándole apoyo, sobre todo económico, y a partir del Golpe, ellos son los que pasaron las listas para detener y eliminar a los trabajadores. Con algunas excepciones, por ejemplo el caso Petroquímica, en San Lorenzo, donde se negaron a dar la lista. Por supuesto que la gente estaba presa, pero ellos no dieron la lista, contado esto por el propio responsable de esto, que fue secuestrado incluso por un comando de la Marina, que lo acusaba de ser colaboracionista por esta conducta, cosa que no era así. El tipo era un cuadro capitalista que creía que ese no era el camino de combatirlos. Ese tipo no los denunció, pero el día que los compañeros salieron en libertad los despidió. Después les pagó la indemnización, previa sentencia judicial, de manera que el tipo se aseguró que no pudieran volver nunca más a la fábrica. Y no pudieron volver más.

-¿Cómo describiría desde la óptica de los trabajadores las instancias de solidaridad en medio de la represión?
-Hay dos etapas: antes y después del Golpe de Estado de 1976. El Golpe del 76 produce situaciones mucho más complicadas, porque al hacerse abierta la represión por parte del Estado hace que se relaje desde el punto de vista del conjunto de los trabajadores la posibilidad de la solidaridad. La solidaridad existía, pero más que la solidaridad existía la unidad de acción sindical. Yo estuve preso desde noviembre del '74 hasta marzo del '75, y en ese momento las organizaciones guerrilleras habían cesado de brindar apoyo material -comida, dinero, ropa- a los presos políticos porque decían que el pueblo iba a solventar a los revolucionarios. Y no llegó nunca un kilo de arroz, porque el pueblo nunca se planteó que los presos políticos eran sus presos y que tenían que ser alimentados. Y había problemas hasta para repartir la comida.

-¿Cómo recuerda la noticia del Golpe de Estado de marzo de 1976?
-La noticia del Golpe me encuentra en Lima, exiliado desde hacía un año. Concretamente yo sabía que iba a suceder el Golpe, porque llegó tres días Edgardo Faccini, un abogado de Bahía Blanca con el que habíamos estado presos en Villa Devoto, y fue el último en salir, y cuando subió al avión la policía todavía le hizo una broma, y le dijo 'tené cuidado negro, sacá el taco -porque era negro- que en una de esas queda agarrado y no te vas mas porque sos el último'. Prácticamente le habían dicho el día del Golpe. Y fue así.
No fue una sorpresa, tampoco constituía una sorpresa el hecho de que iba a haber un Golpe de Estado porque era una opinión común.


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Imagen: Portal del Sindicato de Aceiteros de Rosario.
 

 
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