Por Mauricio Rosencof / 21 de Junio de 2013
CARTA ABIERTA A LA MEMORIA
PAN Y ROSAS
El escritor y poeta uruguayo Mauricio Rosencof
es el autor de clásicos como Las cartas que no
llegaron, La Margarita, Conversaciones con la
alpargata y Sala 8. Dirigente del Movimiento de
Liberación Nacional-Tupamaros, fue detenido en
1972 y, a partir de setiembre de 1973, estuvo
incomunicado y aislado durante más de once años,
como rehén de la dictadura. Integrante del
Frente Amplio, con el retorno de la democracia,
fue director de Cultura de Montevideo.
Compartimos la historia de sus poemas en su
propia voz, y sus reflexiones alrededor de la
memoria, sus límites, sus desafíos, sus
continuidades, y su irremediable vocación de
trotamundos.
Audio: Mauricio Rosencof – Tres poemas y su
historia
La memoria es una barricada contra el olvido.
La historia vivida en la Argentina, la nuestra
en el Uruguay, la de la Guerra Civil Española,
el Holocausto, siguen marcando una conducta a
partir de la memoria. Se sobrevive en el
calabozo, la cárcel, los pozos, los campos de
concentración, para dar testimonio.
El testimonio alza, fortalece, aún más, la
barricada de la memoria.
Creo que no hay una frontera definida entre
memoria individual y memoria colectiva.
Porque uno, el tipo, uno, es uno y todos los
demás. No hay individuo que se dé su piel hacia
adentro. Uno es uno y sus padres, uno y sus
hijos, su mujer, sus compañero, su tierra, su
lucha. Uno es uno y todos los demás. Entonces,
la memoria es una.
La memoria es una formidable herramienta
política. Porque cuando peleamos por verdad y
justicia, no somos vengadores, no nos mueve el
odio, tal vez la bronca, pero nuestra respuesta
es política, y la memoria una herramienta.
Que la verdad, que ocultaron, se muestre.
Que la justicia, que no tuvimos, se cumpla.
Ellos actuaron como lo que son. Nosotros debemos
de hacerlo por lo que somos, por lo que queremos
ser. Es el único camino que conduce al Nunca
Más.
El olvido no existe. Todo es memoria. Tarde o
temprano, un zapato enterrado, un trozo de
papel, las palabras del que nunca habló, todo,
todo, traerá nuevamente la memoria escondida,
nunca perdida.
La memoria es para siempre. Somos nuestra
memoria: todos los acontecimientos que hemos
vivido o que han vivido nuestros padres,
nuestros compañeros, nuestros niños robados,
todo eso forma parte de lo que somos hoy. ¡Y
guay de aquél que quiera dejar alguna página de
la historia sobre el camino!
Siempre va a quedar algo por hacer, siempre va a
aparecer algo nuevo, un papelito, una opinión,
un anónimo, que nos permita avanzar. Y, en
respuesta a eso, saldrá una investigación, una
novela, una canción, porque ésas son todas
herramientas de la memoria.
El Tiempo corre del lado de la búsqueda. Hace
unos meses en un estacionamiento encontraron el
esqueleto del rey Ricardo III, desaparecido
desde el siglo XIII. A nosotros, para encontrar
los nuestros, nos va a llevar menos tiempo.
Hoy, aquellos centros en los que antes imperó el
terror -como la Escuela de Mecánica de la
Armada- se convirtieron en espacios de memoria.
Son territorios que se han liberado para que
ronde la memoria. Uno, caminando por la ESMA,
respira el aliento de cinco mil compañeros que
resistieron, y que están ahí, construyendo
nuestra memoria.
La meta del combatiente es llegar al camino. El
camino es la meta.
Ese camino es para siempre. La lucha es para
siempre. En ese camino habrá piedras, esquinas
donde caen compañeros, encrucijadas de la duda,
del tiroteo, de la cana.
En ese camino está un gobierno que, como los
demás, también es un hito, no una meta.
El camino no concluye.
Es para siempre.
Hasta que podamos tomar el cielo por asalto y
tengamos pan y rosas para todos.
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Imagen: Carina Barbuscia sobre foto de
revistalamasmedula.com.ar
Publicado en Espacio Memoria Número 2. Buenos
Aires, marzo 2013.