Por Grupo Editor / 26 de Julio de 2013
JUEVES EN LA PLAZA
NO TODO SILENCIO ES OLVIDO
Hace mucho tiempo, la querida Norma Vermeullen
le preguntó a los medios de comunicación
rosarinos: "¿por qué motivos nos ignoran a
nosotras, las Madres de Plaza 25 de Mayo?". Era
jueves y diciembre, y la radio abierta convocada
por las Madres en la Plaza amplificaba ese
reclamo de años. Una pregunta que sigue tan
vigente como entonces, como antes, mucho antes;
y que transcurridos ya 30 años de gobiernos
elegidos en las urnas lastima el corazón mismo
del sistema democrático. Desafiante y por ello
mismo certera, la memoria que encarna en
nuestras Madres rosarinas no escucha el mandato
del olvido, no obedece y multiplica el recuerdo
de lo que pasó acá, a la vuelta de la esquina,
en nuestro barrio, en nuestro paisaje cotidiano
sacudido por el terrorismo de Estado que
reprimió para robar.

Decía Norma en la radio abierta convocada en
aquel cálido atardecer de encuentro y marcha
renovada: "sabemos que vende más lo que sucede
en Buenos Aires. Pero aquí también hubo
terrorismo de Estado. Aquí también hubo
detenciones y desapariciones. Todo dirigido por
el tristemente célebre comandante Agustín Feced,
y avalado por el general Leopoldo Fortunato
Galtieri".
Con su lucidez de siempre, recordaba el inicio
de la resistencia rosarina como Familiares de
Detenidos y Desaparecidos, en el mismo año 1977,
en las mismas narices de un terror que inundaba
las calles: "salimos a la calle, con todo lo que
eso significaba. Dan fe y son prueba de esta
historia las solicitadas que hacíamos sin
obtener respuestas", advertía Norma en aquel
2005, ocho años atrás.
Y señalaba: "nos duele mucho que los mismos
medios rosarinos, como en todos los órdenes de
la vida, se hagan eco solamente de lo que sucede
en Buenos Aires".
Aquella pregunta que nuestras Madres arrastran
desde el inicio mismo del terror, aquella
pregunta que reclamó en plena dictadura, la
misma que se sostuvo en los años del
alfonsinismo indiferente y del menemismo
amnésico, la que renació en los días de alianzas
y transiciones cínicas, aquella pregunta molesta
y tenaz, insiste.
Cobra renovadas fuerzas.
Impacta por su sencillez y franqueza: ¿por qué
motivos los medios de comunicación rosarinos
ignoran a las Madres de Plaza 25 de Mayo, a
nuestras Madres?
En aquellos días del 2005, otra de nuestras
Madres, Darwinia Gallicchio, esbozaba una
respuesta, tan sencilla como la pregunta misma,
tan franca y contundente: "tal vez porque las
Madres no queremos olvidarnos de quienes
alentaron, coordinaron acciones, gobernaron, se
beneficiaron y bendijeron las acciones
criminales que organizó la Junta Militar a
partir del Golpe de Estado del 24 de Marzo de
1976 en Rosario y la región. No queremos y no
debemos olvidarnos del decreto presidencial que
ordenaba el aniquilamiento de la llamada
subversión y que fue firmado en el año 1975 por
Isabel Martínez de Perón, Italo Luder, Carlos
Ruckauf y Antonio Cafiero, entre otros. No
queremos y no debemos olvidarnos de Alberto
Natale y Rafael Martínez Raymonda, de los
empresarios que en Rosario, como Mauricio Macri
en Buenos Aires, crecieron al paso de la
dictadura y colaboraron fuertemente con los
genocidas. No nos olvidamos de los Mariano
Grondona y Bernardo Neustad locales, que -como
Evaristo Monti, entre otros muchos- fueron y son
pluma y voz de los genocidas. Como tampoco
debemos ni queremos olvidarnos del rol de la
iglesia, que no solo apoyó al gobierno de facto
sino que aportó religiosos a las sesiones de
tortura".
Estas mujeres portan, en sus cuerpos en marcha,
una memoria incómoda.
Incómoda porque es una memoria que elige
transitar otros arrabales más allá del archivo,
el repudio o el museo.
Una memoria que se fuga del territorio de los
silenciamientos para sumergirse en el infierno
del tránsito en carne viva por la historia
cercana.
Una memoria preguntona, rebelde, obstinada, que
sigue buscando.
Cada jueves, la Plaza 25 de Mayo se transforma
en el motor que da cuerda al universo.
En el siglo V antes de Cristo, en Atenas, se
prohibió por decreto recordar la derrota militar
ante Esparta. Cada ciudadano fue obligado a
pronunciar el juramento: "No recordaré las
desgracias".
En nuestra región, los beneficiarios directos de
la masacre desatada en 1976, repiten la letanía:
"no recordarás las desgracias".
Y multiplican los silencios.
Desafiante y por ello mismo certera, la memoria
que encarna en nuestras Madres rosarinas no
escucha el mandato del olvido, no obedece y
multiplica el recuerdo de lo que pasó acá, a la
vuelta de la esquina, en nuestro barrio, en
nuestro paisaje cotidiano sacudido por el
terrorismo de Estado que reprimió para robar.
Hacia noviembre del 2008, nuestro poeta Juan
Gelman inauguró en Salamanca el 1º Encuentro
Internacional de Centros de la Memoria
Histórica.
Allí, Gelman detalló que "el infierno no termina
cuando se cierran las puertas del campo de
concentración y las luces se apagan: hace un
cuarto de siglo que cesó el infierno en la
Argentina y centenares de miles de personas
viven esa segunda parte del infierno que crepita
en la memoria".
Afirmaba Adolfo Bioy Casares -citó entonces el
poeta- que en Argentina el olvido corre más
ligero que la historia. "Pero no sólo en la
Argentina. Desaparecen los dictadores de la
escena y aparecen inmediatamente los
organizadores de olvido", sostuvo Gelman.
El poeta recordó aquella historia de Klaus
Barbie, ex jefe de la Gestapo en Lyon (Francia),
cuando en 1987, en el juicio al que fue
sometido, una de sus víctimas le echó en cara
sus crímenes.
Barbie replicó: "Yo no me acuerdo de nada. Si se
acuerdan ustedes, el problema es de ustedes".
"Efectivamente", concluyó Gelman: "recordar,
denunciar y exigir el castigo de crímenes contra
la humanidad es un problema nuestro".
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Imagen: Mariana Lezcano para Alapalabra.
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