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Por Grupo Editor / 26 de Julio de 2013
POEMAS POR LA MEMORIA
EN LA MISMA VEREDA

Beatriz Villar es profesora de Historia, profesión que ejerció a partir de la década de los 80 y luego abandonó para dedicarse a su mayor pasión: escribir y cantar. Nacida en la primavera de 1956, Beatriz ha sido distinguida por la Legislatura porteña que declaró su obra de Interés Cultural, y por la Ciudad de Buenos Aires que la distinguió por su trabajo a favor de la Igualdad de Género. Acaba de presentar "En la misma vereda", un libro de poemas por la memoria. Allí estuvimos, en el local de AMSAFE Rosario junto a las Madres de Plaza 25 de Mayo, compartiendo los versos y canciones hechas desde el amor y el desgarro, desde la convicción profunda de que los sueños siguen vivos y trascienden el asesinato y la prepotencia que intentó ahogarlos en silencio. Los poemas que incluye el trabajo recorren un mapa hecho de sueños, ideas y compromisos. Ardientes y dulces, precisos y desgarradores, los escritos de Beatriz arman un rompecabezas de nombres queridos y ausentes. Compartimos el prólogo del libro, un elogio de la palabra en tiempos de silenciamientos y olvido; sus propias palabras, que definen la única y misma vereda que transitan las hojas del libro, y una de las más bellas canciones de su CD "Identidad y Memoria", junto al poema "Memoria", en la voz de la actriz y directora de teatro Luciana Cervera Novo.

Audio: Luciana Cervera Novo / Beatriz Villar




Prólogo / Por Claudia Abraham
En 1949, cuando se hacía costoso hallar el lenguaje que permitiera describir el horror del Holocausto, el filósofo Theodor Adorno sentenció: "Después de Auschwitz, no se puede escribir poesía". Y sin embargo, hubo quienes descubrieron que las palabras ayudaban a tramitar el dolor, que nombrar era una forma de restituir la ausencia.
Frente a lo irreparable, la palabra se volvía un acto reparador.
Hubo tanto para decir, que el mismo Adorno, diecisiete años después, tuvo que reconocer que se había equivocado: "El sufrimiento perenne tiene tanto derecho a expresarse como lo tiene a gritar quien es torturado. Por eso, tal vez fue falso cuando dije que después de Auschwitz no se podía escribir poesía".

Las dictaduras que asolaron a América Latina secuestraron a miles de seres humanos pretendiendo acallar sus voces; pero hubo algo que no entró en los cálculos de los verdugos, algo que ellos nunca alcanzarían a comprender porque precisamente excedía a las cuestiones de inteligencia.
No estaba entre sus previsiones la palabra amor.
Ese amor incondicional que se siente hacia un hijo, un nieto, una madre, un padre, un hermano, un compañero; ese amor nacido de las entrañas que sale a desafiar al terror para darle vuelta los bolsillos a la desmemoria y la impunidad.

De ese amor y de esa lucha por la justicia nos hablan los poemas de Beatriz Villar.
Como una especie de juglar que escribe en tono de payada, Beatriz va narrando las historias de vida de cada uno de los que lucharon y luchan por un mundo más justo; porque nombrarlos, darles carnadura, es sacarlos del anonimato, de la cifra que ya no alcanza porque se hace imperioso dar cuentas de su dimensión humana, de sus sueños, de sus proyectos.
Hubo poesía en la lucha de nuestros compañeros; hay poesía en esos pañuelos blancos que giran incansablemente, en los que buscan rastros, en los que rinden homenaje a sus seres amados, en los que desafían al tiempo porque saben que la verdad nos hace más libres.
Decir "En la misma vereda" es un modo de plantarse frente a la historia y el presente.
Es elegir de qué lado se pone el pie y con quiénes estamos decididos a caminar para construir el futuro.
Es saber que emprendemos un viaje, y que a veces el viento y el frío pueden intentar hacernos retroceder.
Contra el viento, contra el frío, los poemas de Beatriz son un enorme manto que nos cobija para que podamos seguir a cada paso defendiendo la vida.

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Mi primer libro / Por Beatriz Villar
Es mi primer libro. ¡No lo puedo creer!
En marzo del año pasado edité mi primer CD como cantautora, "Identidad y Memoria", con canciones y poemas dedicados a la gloriosa "Generación del 70", a la que pertenezco.
Escribo y compongo desde 1996, pero recién en 2005 surgieron de mi corazón los versos de "Pañuelos blancos", y en el 2007, los de la "Chamarrita de la memoria".
A partir del 2010 fluyeron como una avalancha de emociones, decenas de poemas para mis entrañables compañeros y compañeras desaparecidas.
Comencé a musicalizar y a grabar algunos, y me invadió la angustia al tomar conciencia de que no podía hacer de cada poema una canción, y de cada canción una grabación, porque son miles, y no me alcanza el tiempo de esta, mi actual existencia, para homenajear uno por uno.
Jamás serán NN.
Cada uno tiene, en tiempo presente, un nombre, un apellido, un número de documento, un rostro, una escuela, una dirección, un barrio, una provincia, una música, un club de fútbol preferidos, amigos, una familia.
Los treinta mil son individuos cuya vida eterna, cuyos imperecederos ideales y valores alumbran nuestro camino y nos comprometen siempre a ir por más.
Este libro me permite seguir honrando sus luchas, que fue, es y seguirá siendo la mía.
El título del libro no alude a dos veredas, sino a una sola, a la misma, a la del respeto por la vida, a la de la unión para la construcción, a la vereda del "¡Nunca Más!" golpes de Estado ni dictaduras en Argentina.
En la vereda del amor al pueblo, de la acción solidaria en pos de la felicidad de todos.
Es la vereda de la memoria, de la verdad y de la justicia.
No le escribo a la muerte ni a los muertos. Le escribo a la sonrisa revolucionaria, a la vida de cada uno de mis compañeros desaparecidos, torturados y asesinados. A mis compañeras violadas, a las que parieron en cautiverio, a las fusiladas después de parir.
Le escribo a la voluntad de cambio, a la esperanza y al coraje que surge de la convicción profunda en aras de una sociedad pacífica e igualitaria.
Escribo para los hijos de mis cumpas, para los niños apropiados, para las criaturas asesinadas en operativos.
Escribo para los sobrevivientes, para las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y para todos los familiares y amigos de quienes jamás morirán.
Escribo para los indiferentes, para los desinformados, para las nuevas generaciones.
¡Gloria eterna a los 30.000 y a sus anhelos invencibles, a su espíritu de lucha inclaudicable!

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Imagen: Daniel Krichman



 

 

 
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