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Por Grupo Editor / 30 de Agosto de 2013
TESTIMONIOS DE HIJOS EN LA CAUSA GUERRIERI
VOCES COMO ANTORCHAS

En el país del olvido, las voces de un puñado de mujeres rasparon el silencio hasta quebrarlo. Fueron voces nacidas para la ternura, que se endurecieron para enfrentar el terror, la noche y la impunidad. Esas voces, las voces queridas de nuestras Madres de Plaza de Mayo, se alzaron sobre el murmullo de la mediocridad para decir lo necesario, lo urgente, lo imprescindible. Sin ellas no había futuro en mitad de la noche del terrorismo de Estado. En sus voces hablaban sus hijos. Son sus voces hoy memoria que habla, dice y cuenta en las palabras de sus nietos: los hijos y las hijas de nuestros desaparecidos. Las voces de Sabrina Gullino, Pablo del Rosso y Fernando Dussex siguen el rastro de lo perdido. Buscan un futuro posible. Siguen enciendo antorchas en las noche.





"Estos tipos que están ahí y los que están mirando por televisión saben dónde está mi hermano mellizo. ¿Dónde está? Es así de simple. Ellos saben".
La voz de Sabrina Gullino Valenzuela Negro, tren de la memoria arrastrando vagones de futuros, resonó, una vez más, en el ámbito de un juicio. Una vez más, Sabrina reveló la urgencia de un reclamo individual que encarna luchas colectivas: "Mi hermano es un desaparecido con vida".
Sabrina es hija de los militantes montoneros Tulio Valenzuela y Raquel Negro. Nació en cautiverio junto a un varón, entre el 3 y el 4 de marzo de 1978, en el Hospital Militar de Paraná. El 27 de marzo de 1978, los mellizos fueron dados de alta del Instituto de Pediatría Privado de Paraná, por separado. A los pocos días de vida, Sabrina fue abandonada por Amelong y Pagano en la puerta del Hogar del Huérfano, y dada en adopción a una familia que se había inscripto legalmente. Del niño, nada se sabe. Su mamá, Raquel, fue secuestrada por un grupo de tareas de la dictadura militar, que la llevó por la Quinta de Funes, por la Escuela Magnasco, por La Intermedia.

Después de Sabrina, Pablo del Rosso contó el único recuerdo de su mamá: cuando Pablo tenía apenas tres años, vio cómo se llevaban a Stella Hillbrand, su mamá, frente a un comercio, en Rosario.
Fue el 5 de agosto de 1977. Stella fue secuestrada por personas de civil que iban en un Torino rojo. Tiempo antes, el 10 de febrero, su papá Domingo del Rosso había caído fusilado por las fuerzas de la represión. Pablo estuvo más de un mes privado de su libertad en una dependencia policial, que se presume fue la Policía de Menores Sección Femenina, en Cafferata 345; hasta que fue recuperado por su abuelo paterno.

A su tiempo, Fernando Dussex, hijo de Fernando Dussex y Cecilia Nazábal, relató en una postal todo el significado de la desaparición de personas: " Hasta el año que murieron mis abuelos, todas las navidades, hasta el año 2000, había una silla en la mesa para mi padre".

Ahí están, hoy, acusados y juzgados, "estos tipos" a los que se refiere Sabrina: Pascual Guerrieri, Jorge Fariña, Marino González, Juan Daniel Amelong, Walter Pagano.
Cinco represores, de los doce que se juzgan en la segunda parte de la llamada causa Guerrieri.
En el proceso serán juzgados por delitos como privación ilegítima de la libertad, aplicación de torturas, asociación ilícita y 14 homicidios junto a los represores Ariel Zenón Porra, Alberto Enrique Pelliza, Ariel López, Eduardo Rodolfo Costanzo, Juan Andrés Cabrera, Carlos Sfulcini y Joaquín Tomas Gurrera.
Los hechos por los que se los acusa fueron cometidos bajo la órbita del Batallón 121 del Ejército en un circuito que incluye lo centros clandestinos de detención (CCD), La Calamita de Granadero Baigorria, Quinta de Funes, La Escuela Magnasco, La Intermedia y Fábrica Militar de Armas Domingo Matheu.

Un juicio con acusados ausentes.
El día de la declaración de Sabrina Gullino, Pablo del Rosso y Fernando Dussex –los tres hijos de desaparecidos- nueve de las doce sillas destinadas a los imputados permanecieron vacías.
El Tribunal ha eximido de participar en las audiencias a los acusados.
Pero la voz de Sabrina, la voz dulce y firme de Sabrina, ese tren memorioso que carga en sus vagones los abrazos nunca dados, las risas sin espejo, las palabras no dichas, los temores nunca compartidos, igual los alcanza. La voz de Sabrina se levanta como bandera echa de retazos de esta larga marcha de búsquedas y encuentros y más búsquedas; allí resuena el eco de los pasos primeros de nuestras Madres fatigando las calles y los pasillos de una burocracia tan terrorista como el poder que la fundó; allí las furias y los miedos de aquellas primeras reuniones entre soledades e indiferencias; allí los primeros nudos del movimiento de Derechos Humanos tejiendo una red viva, fraterna; allí –en la voz de Sabrina, en su declaración de principios- la crónica de un futuro posible que se sabe cerca, tan cerca que las yemas de los dedos intuyen la caricia del hermano.
Y la voz de Sabrina Gullino sintetizando estos años de marcha, voluntad y solidaridades: "A mí me llena de orgullo estar acá sentada a la par de otros hijos de desaparecidos. Somos representantes de nuestros padres. Podemos mirar a los ojos a todo el mundo y estar orgullosos de nuestros viejos, del amor profundo que tenían por lo colectivo".

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Imagen: lavoz901.com.ar


 

 
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