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Por Grupo Editor / 12 de Septiembre de 2013
APUNTES DE LA CAUSA GUERRIERI II
NI EL FLACO PERDÓN DE DIOS

Cuando en 1997, el poeta Juan Gelman y su compañera, Mara La Madrid, editaron su libro "Ni el flaco perdón de Dios. Hijos de desaparecidos", advertían que los testimonios allí reunidos desgarraban lo velos de una trama escamoteada en los últimos años de la historia del país. "Entre el ayer y el mañana, entre la denuncia y la esperanza, estas voces son nuestra conciencia, y nuestra historia", señalaban los autores. Hoy esas voces de Madres, Hijos, hermanos y sobrevivientes, vuelven a hacerse escuchar, esta vez en el ámbito judicial, en el marco de la llamada Causa Guerrieri II. Carlos Laluf, Carlos Novillo, Sebastian Álvarez y Eduardo Toniolli, entre otros, pusieron voz ante el Tribunal a la búsqueda colectiva de Verdad y Justicia. Relatos que siguen rasgando el velo de la impunidad y los silencios.





La causa Guerrieri II, iniciada el pasado 9 de agosto en el Tribunal Oral Federal 1 (TOF1) de Rosario, investiga los casos de 27 víctimas del terrorismo de Estado, cautivos en los centros clandestinos de detención Quinta de Funes, La Calamita, La Intermedia, Escuela Magnasco y Fábrica Militar de Armas Domingo Matheu.
La causa tiene doce acusados que integraron el grupo de tareas del Batallón de Inteligencia 121 de Rosario: Pascual Guerrieri; Daniel Amelong; Alberto Fariña; Walter Pagano; Eduardo Costanzo; Marino González; Ariel Porra; Alberto Pelliza; Ariel López; Andrés Cabrera; Carlos Sfulcini y Joaquín Guerrera. Los represores están acusados por los delitos de privación ilegal de la libertad, aplicación de tormentos, 14 casos de homicidios y asociación ilícita en perjuicio de 27 personas que fueron víctimas de la represión ilegal.

En ese marco, las voces de los sobrevivientes de la barbarie programada comenzaron a tejer la red de la memoria, un mapa imprescindible de recuerdos y ausencias y sueños postergados.

Carlos Ignacio Laluf, Nacho, es hijo de Marta Benassi y Carlos Laluf.
Nacho tenía dos años cuando apareció en la plaza de Las Banderas de Santa Fe, el 4 de septiembre de 1977. En un bolso había ropa, pañales en mal estado, un gato de peluche y un par de cartas para su abuelo, Carlos Laluf, y su tío, Carlos Benassi, que junto a su compañera, Alicia Genolet, quienes se hicieron cargo de la crianza del niño.
Se supone que Carlos y Marta fueron secuestrados por un grupo de tareas entre el 18 de agosto y el 4 de septiembre. Se supone que Nacho fue también secuestrado con ellos, hasta que lo liberaron. Se sabe que sus padres fueron retenidos en la Quinta de Funes hasta 1978. El represor Eduardo Constanzo reveló que en enero de ese año, todos los secuestrados en la Quinta fueron trasladados a la escuela Magnasco, primero, luego a La Intermedia. Allí fueron asesinados.
Carlos Ignacio Laluf relató, una vez más, una historia de desgarros, esperas y dignidades.
Y certificó: "Quiero decirles a todos, pero sobre todo a los imputados, que todo cae por su propio peso".

Las voces que tejen la trama de la memoria, destejiendo el ovillo del silencio.
Muere la impunidad en cada sentencia, para nacer un futuro posible.

El 28 de febrero de 1977, los hermanos Carlos, Jorge y Alejandro Novillo fueron secuestrados por un grupo de Inteligencia del Ejército. Dos semanas después, Alejandro y Carlos recuperaron la libertad. Jorge fue trasladado al centro clandestino de detenciones conocido como La Intermedia; y continúa desaparecido.
Carlos, militante activo, contó ante el Tribunal aquel día del verano del 77, cuando llegó a Rosario desde su Venado Tuerto natal, junto a su padre, para ayudar a Jorge a hacer una mudanza. Con los detalles que su tozudez profunda fijó en el recuerdo relató la llegada del operativo "de fuerzas conjuntas"; los gritos de alegría, "agarramos a los hermanos Novillo"; el recorrido hasta las puertas del infierno, ahí en las afueras de Rosario, en La Calamita.
Carlos reveló también el cinismo de los asesinos: "En un momento, cuando pasa Sebastián (el seudónimo de Jorge Fariña) le pregunto qué iba a pasar con nosotros. Y nos dice: 'Su padre puede estar contento, de tres les devolvemos dos'".

Contra la geografía del espanto, la crónica de las ausencias, de las búsquedas, de las dignidades. Un mapa que también exige el recorrido. Como pedía el genial Héctor Germán Oesterheld, se hace necesaria la palabra, el relato, para evitar tanto horror.

Sebastián Álvarez es hijo de Raquel Negro y Marcelino Álvarez.
Su papá fue secuestrado en noviembre de 1976. Dice Sebastián que "se lo chupó la tierra, lo secuestran en Rosario, a lo mejor los imputados saben dónde está".
Sebastián fue secuestrado el 2 de enero de 1977, en Mar del Plata, junto a su mamá -embarazada de mellizos- y su pareja, Tulio Valenzuela. Pasó por la Quinta de Funes, donde lo retienen 3 o 4 días. Después, lo entregan a sus abuelos.
En el 2008, el joven se reencontró con su media hermana -nacida en cautivero- Sabrina Gullino.
"Encontrar a Sabri es vida", dice Sebastián.

Vida que se levanta sobre la barbarie programada. Que la derrota. Que saca de quicio a la muerte porque enciende nueva vida a pesar del dolor y las ausencias.

Eduardo Toniolli es hijo de Alicia Gutiérrez y Eduardo José Toniolli.
Cuando faltaba un mes para que Eduardo naciera, su papá, "El Cabezón", fue secuestrado en Córdoba. Fue el 9 de febrero de 1977. Se sabe a ciencia cierta que fue llevado a La Perla, en Córdoba, y después a la Quinta de Funes.
Eduardo y su mamá, Alicia -que también testimonió en la Causa Guerrieri- partieron al exilio en Brasil y Francia.
"No espero nada de estos reos. No voy a pedirles ningún gesto de humanidad a quienes violaron todos los códigos, incluso el mandato sanmartiniano de no levantar las armas contra su pueblo", señaló Eduardo en su testimonio; al tiempo que sostuvo que "estos señores fueron el brazo armado de la decisión de una clase social que no dudó a lo largo de la historia en fusilar por la espalda, bombardear una plaza con población civil y robarles los hijos a nuestros compañeros".
Y selló una definición que marca el pulso de los sueños de Verdad y Justicia que se agitan en los relatos de los sobrevivientes: "Lo único que cura las heridas es la victoria contra los intereses económicos que defendieron durante el terrorismo de Estado".

Entre el ayer y el mañana, la trama de la memoria.
Entre la denuncia y la esperanza, tejiendo el futuro posible.

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Imagen: Jorge Contrera.





 

 
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