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Por Claudia Korol / 30 de Abril de 2014
JUEVES EN LA PLAZA
A 37 AÑOS DEL PRIMER PASO


En plena dictadura, el 30 de abril de 1977, un grupo de madres de desaparecidos y desaparecidas, animadas por Azucena Villaflor, hicieron la primera ronda en la Plaza de Mayo. Fue un sábado y apenas pasaban de diez. Estaban inaugurando, aún sin saberlo, un nuevo tiempo de resistencia, creando con sus cuerpos el lugar de la denuncia absoluta, de la materialidad necesaria para toda dignidad. Desde nuestra región se fueron sumando los pasos de nuestras Madres en aquellas marchas alrededor de la pirámide de Mayo, frente mismo a las narices asesinas del poder. Con sus historias personales a cuestas, estas mujeres únicas fueron dando cuerda al reloj del universo, a contratiempo, y dieron forma a una identidad colectiva. "En el exilio, cuando llegó la noticia de estas mujeres marchando, de las Madres de los pañuelos, supimos que no todo estaba perdido", nos contó Osvaldo Bayer hace ya largos años. 37 años después de aquellos primeros pasos cargados de rebeldía y esperanza, reproducimos un texto de la querida periodista y educadora popular Claudia Korol.




Pasaron 37 años y las Madres de Plaza de Mayo continúan su marcha. 37 años. Cada uno con sus días, con sus jueves, con sus marchas, con su Plaza, con sus pisadas, con sus huellas, con sus ausencias, con sus nuevas presencias. Cada madre con su dolor, con su bronca, con su esperanza, con su rebeldía, con su pañuelo blanco. Creación cotidiana. Hazaña fecundada una y otra vez. Mujeres que se renacen para renacer a sus hijos e hijas. Para renacernos. Cuerpos que aparecen los cuerpos que desaparecieron, a contragolpe, a contramuerte, a contrasilencio.

Hace 37 años, dicen ellas, se animaron a dar el primer paso en la Plaza de Mayo.
Fue el primer desafío al terror. Romper el inmovilismo, la parálisis, el miedo. Andar, para no quedarse. Caminar, para no parar.
El primer paso. En el centro mismo del poder. En la Plaza de Mayo. Frente a la casa usurpada. Frente a frente con los dictadores. Las lágrimas vueltas hacia adentro. Los puños cerrados. La herida abierta. Marchar para no aceptar.
Palomas de la plaza, las llamó Cortázar. Palomas. Volando desde su dolor hacia el cielo abierto. Palomas que vuelan y vuelven cada jueves, a recuperar la plaza tantas veces caminada.
Cuentan que las piedras reconocen ya su andar.
Cuentan que la pirámide de Mayo siente nostalgias de Madres todos los días que no son jueves.
Cuentan que los edificios que rodean la plaza, esa casa rosada, esa catedral, ese cabildo, se avergüenzan ante sus miradas.
El primer paso. Marchar. Ronda redonda de la resistencia. Ronda que se camina sin comienzo ni final. Ronda redonda de la dignidad.
El primer paso. Enjugar el espanto y acorralarlo en los límites mismos de un pañuelo. Andar a tientas en un juego de espejos, de sombras, de ausencias, de exigentes presencias. Deshacerse y rehacerse en cada caminar. Magia de madres pariendo hijos. Magia de hijas pariendo madres. Magia de pañal vuelto pañuelo, símbolo, grito.
El primer paso. Demanda absoluta. Aparición con vida. Vida y aparición. Anuncio de un nacimiento que continúa. Grito que exige. Primero por uno, después por todos y todas. Primero por todas y todos, después por todo. Que aparezca con vida mi hijo, luego tu hija, luego nuestros hijos e hijas, luego todos los desaparecidos y desaparecidas. El trabajo desaparecido, el salario desaparecido, la educación desaparecida, la salud desaparecida. Que aparezcan con vida. Que nos devuelvan los cuerpos animados de pasión duradera.
Nada muerto. Todo vida.
Nada congelado. Todo movimiento.

¿Cuánto frío y lluvia, calor y vientos puede aguantar un solo cuerpo que no se rinde?
Dicen que la Plaza de Mayo se ha llenado de palomas desde aquel 30 de abril.
Dicen que las palomas metieron sus patitas en la fuente, y se volvieron pueblo en la resistencia.
Dicen que hoy son menos Madres las que nos van quedando, apenas un puñadito.
Dicen que muchas más viven repartidas en esa plaza, y otras tantas en el Río de la Plata.
Polvo enamorado, van en su último gesto, en búsqueda de sus hijos e hijas.
Locas de la Plaza, rebelión de azucenas.
El amor que nos preña en el vientre mismo de la historia, a fuerza de ternura, incendiando el olvido.

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Imagen: archivo Alapalabra














 

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