Por Jorge Cadús / 5 de Septiembre de 2013
VILLA CONSTITUCIÓN: EL ASESINATO DE DAVID VIVAS
LOS ABISMOS Y LAS LÁGRIMAS
El 20 de marzo de 1975 el terrorismo de Estado
invadió la ciudad de Villa Constitución,
tratando de aniquilar la organización obrera
construida desde los trabajadores metalúrgicos,
portuarios y ferroviarios. En ese anticipo de lo
que serían los años de pólvora y fuego de la
dictadura militar, centenares de obreros,
dirigentes y militantes sociales fueron
secuestrados, encarcelados, asesinados o
desaparecidos. Entre ellos, Julio Palacios,
fusilado por la Triple A en octubre de 1975.
Casi 38 años después, el nieto de Julio, David
Vivas, cayó ejecutado por un balazo policial en
las calles de la misma ciudad que multiplica
impunidades. Entre los dos abismos cruzados de
pólvora estatal, viajan las lágrimas de Laura,
la hija de Julio, la mamá de David.
El 17 de octubre de 1975, treinta años después
de aquella movilización que pidió por la
libertad del entonces coronel Juan Perón, en
Villa Constitución un grupo de tareas secuestró
de su estudio a la abogada Concepción De Grandis.
La profesional, oriunda de Río Negro, había
brindado asesoramiento legal a los trabajadores,
al mismo tiempo que defendía a los presos
sindicales y políticos luego de la represión del
20 de marzo.
La misma represión en la que Carlos Ruescas, un
trabajador muy querido y respetado entre sus
vecinos y compañeros de Acindar, había sido
detenido. Ruescas era pastor de la Iglesia
Evangélica. Había acompañado la huelga que
siguió a la invasión de marzo del 75; sumándose
también a las tareas de solidaridad con los
presos y la resistencia fabril y barrial. Aquel
compromiso lo había llevado a prisión, como
señala el testimonio de Victorio Paulón, "estuvo
un mes y medio en Coronda y cuando volvió y
organizó una colecta de solidaridad con los
presos terminó preso y desaparecido".
Ese día, junto a De Grandis y Ruescas, es
secuestrado también Julio Palacios, trabajador
portuario. Cuenta el historiador Ernesto
Rodríguez: "su gremio fue uno de los que se
solidarizaron con el movimiento de protesta
surgido como respuesta a la represión
desencadenada sobre el pueblo de Villa
Constitución".
El domingo 19 de octubre los diarios regionales
publicaban la noticia de la identificación "de
los cadáveres acribillados encontrados días
atrás por personal ferroviario de Monte Flores".
El hallazgo se había concretado en jurisdicción
del distrito Villa Amelia, en un paraje
semidesértico, "donde las únicas edificaciones
son la estación ferroviaria, una escuela, un
almacén y algunas viviendas humildes
distanciadas entre sí".
Los cuerpos, enumera la crónica, pertenecen a
"Concepción De Grandis, abogada de 29 años,
Carlos Alberto Ruescas, dirigente metalúrgico y
pastor evangélico, y Julio Palacios, obrero de
Acindar", y presentan numerosos impactos de
bala.
De acuerdo a la información suministrada por
medios policiales, remarca la noticia, los
balazos "serían de pistolas 11.25 y fusil
ametralladora", los fusilados estaban "muy
próximos unos de otros", y tenían los ojos
vendados con cinta adhesiva.
Años más tarde, el camping y paseo ribereño
ubicado en el Bajo, donde supo trabajar y al que
tantas horas dedicara, lleva el nombre del
obrero Julio Palacios.
Casi 38 años después de aquellos gatillazos que
acabó con las vidas de Ruescas, De Grandis y
Palacios, en las mismas calles de Villa
Constitución, un balazo policial terminó con la
vida de David Vivas, de cortos 24 años, obrero
de una firma relacionada con Acindar y padre de
tres pibes.
La crónica multiplicada en los medios de
difusión cuenta que en un cruce del centro de la
ciudad, David "Poro" Vivas giró mal con su viejo
Taunus y golpeó a otro vehículo estacionado.
Un patrullero que transitaba por el lugar
intentó detenerlo. El parte oficial difundido
por la Unidad Regional VI señala que "al parecer
originándose un forcejeo, circunstancia ésta en
que se produce una detonación con la
consecuencia de que el conductor del automóvil
Ford Taunus resultó con una herida de arma de
fuego en la cabeza, lado derecho que le produce
la muerte".
El disparo del sargento Víctor Hugo Giometti
-vestido de civil, porque terminaba de cumplir
tareas de custodia en el boliche Bing Bang-
impactó en la nuca de Vivas, a la altura de la
oreja derecha.
El relato de los testigos, recogidos por los
familiares del joven, desmiente la versión
oficial: no hubo choque, no hubo persecución ni
forcejeo.
Laura Palacios y Héctor Vivas, los padres de
David, denunciaron que "este sargento ya había
tenido graves problemas con otras personas en su
barrio, incluso había llevado a un centro de
salud a un detenido al que golpeaba delante de
la gente. Me dicen ahora que estaba con
problemas psiquiátricos, y yo me pregunto por
qué lo dejaron con un arma en sus manos".
Las lágrimas de Laura viajan entre dos abismos
abiertos por la pólvora estatal: David Vivas es
nieto de Julio Palacios, aquel obrero portuario
que en los comienzos del Estado terrorista cayó
asesinado por la Triple A, junto a Ruescas y De
Grandis.
Las vidas de Julio y David, sus tempranas
muertes, son la síntesis de una región que sigue
multiplicando lágrimas e impunidades.
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Imagen: Jorge Chango Contrera.
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