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Por Carlos del Frade / 19 de septiembre de 2013
PRIMAVERA EN NUESTRA PLAZA
LAS MADRES DE ROSARIO

Desde esta semana, comenzamos a compartir una serie de notas especialmente pedidas a distintos escritores, artistas y militantes, sobre nuestras Madres de Plaza 25 de Mayo. Urgente homenaje a estas mujeres luminosas y dulces, corajudas como nadie y necesarias como pocas, que semana a semana recorrerá esta página, en estos meses en que se cumplen 30 años de la restauración democrática en Argentina. Primavera de palabras que florecen, en nuestra plaza, como abrazos. Tibia devolución del cobijo que ellas, nuestras Madres de los pañuelos, supieron -saben- brindar en días de intemperie y angustia, de soledades y vacíos. Con su larga marcha por verdad y justicia escribieron lo mejor de nuestra historia como país. A 30 años del final de la dictadura, ellas siguen escribiendo en las mismas baldosas, bajo el mismo cielo. Escriben con sus pasitos cortos y sus memorias largas. Escriben la palabra futuro.

Audio: Farolitos / Vengar la libertad





La mayoría de las Madres de la Plaza 25 de Mayo son desconocidas para el pueblo de la ciudad y la región. Consecuencia directa de la colonización que ejercen los grandes medios de comunicación porteños y que repiten, siempre con marcadas y pocas excepciones, las empresas informativas vernáculas.
Pero ellas siempre están.
Humildes, sonrientes y con el pañuelo blanco de la dignidad sobre sus cabezas.
Hasta varias veces les sacaron el pase gratuito para viajar en colectivo y poder darle cuerda al universo, como dice el querido amigo Pablo Álvarez.
Desde el año 1976 vienen buscando justicia.
Conocen las caras y las miradas de muchos jueces y juezas, sacerdotes y obispos, empresarios y dirigentes sindicales que también gozaron de la impunidad que resulta de hablar de lo que sucede a 400 kilómetros de distancia y no de lo cercano que es donde se define la vida.

Las existencias de sus hijas y sus hijos recién en los últimos años comienza a difundirse a través de documentales como “Arderá la Memoria” y revistas como “Alapalabra”, pero las crónicas vitales de las Madres de la Plaza 25 de Mayo de Rosario merecen estudiarse en las escuelas primarias y secundarias de la provincia.
Porque desde el exacto lugar donde se juntan el amor y el dolor más profundos, salieron a recorrer las calles y las instituciones de una ciudad que hace rato no tiene le paisaje de los años setenta. Paisaje externo y también interno, aquel que habla de valores, sueños colectivos y orgullos, rebeldes identidades rosarinas hoy devenidas en melancolías.

Darwinia, por ejemplo, había conocido el archivo de moseñor Graselli donde estaban las fichas de los desaparecidos y su denuncia debió formar parte del necesario museo de la dignidad popular.
O Nelma que deambuló por cientos y cientos de lugares y solamente encontró mentiras y esquilmaron a su familia.
Quizás los dulces ojos de Norma puedan recordar mejor que nadie todas las promesas incumplidas en estos treinta años de democracia. Aquellas que venían de las bocas y las almas de dirigentes que tuvieron o tienen proyección nacional.
Y hubo otras muchas mamás de obreros y trabajadores que ni siquiera llegaron a la Plaza 25 de Mayo porque eligieron comerse el llanto y seguir poniendo la mesa todos los días en estos duros años donde la ciudad industrial, ferroviaria, futbolera y portuaria dejó de existir en beneficio de otro perfil de desarrollo.

Es en lo cercano donde cada uno puede cambiar la realidad y por eso la historia y la presencia de las Madres de la Plaza 25 de Mayo de Rosario deben servir para recuperar una dignidad hoy ausente en lo colectivo.
Nunca la escuché pedir algo para ellas. En todo caso solicitaban trabajo para el hijo o la hija que quedaron vivos. Las vi enfrentar con respeto las estúpidas acusaciones de aquellos que las hacían blanco de cobardías, visiones esquemáticas o blanco de especulaciones sobre los supuestos dineros que manejaban como organización.
Caminan alrededor de la pirámide de la Plaza con lentitud y a su alrededor han aprendido a quererlas y admirarlas decenas y decenas de pibas y pibes que hoy sienten urgencia para que la ex ciudad obrera las reconozca.
Siempre hablan con el mismo tono de voz. Dicen con simpleza y sabiduría.
Rosario les debe mucho a este grupo de mujeres.
En ellas está la maravillosa semilla de la humildad, la valentía, la ética y el amor que gambetea la más perversa forma del olvido y el dolor que es el secuestro y la tortura de un hijo.
Las quiero con toda mi alma.
Los que hemos escuchado las palabras y visto las miradas de las Madres de la Plaza 25 de Mayo de Rosario hemos sido mejores a partir de ellas. Ellas nos hicieron mejores, más atento a este lugar tan propio que es la geografía abrazada por las aguas marrones del Paraná.
Ellas están ahí.
Forman parte de lo mejor de una ciudad que se empecina en negar lo propio.
Es hora de reconocerlas.

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Imagen: Alapalabra.


 

 
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