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Por Lucrecia Mastrangelo / 4 de Octubre de 2013
PRIMAVERA EN NUESTRA PLAZA
TEJEDORAS DE SUEÑOS

Convocados por Alapalabra para homenajear a nuestras Madres, los textos de Primavera en Nuestra Plaza se transforman en ese abrazo largo, cálido y necesario para estas mujeres únicas. Pedacitos propios que van armando nuestro mapa de historias y recuerdos conjuntos, de imágenes y palabras compartidas. Memorias de marchas entre baldosas gastadas en la Plaza 25 de Mayo, de pañuelos pintados en cordones y paredes, de banderas levantadas pidiendo Juicio y Castigo. Los escritos especialmente producidos para esta sección, a 30 años de la recuperación democrática en nuestro país, intentan saldar una partecita apenas de esa deuda enorme con nuestras Madres. Ellas caminaron en un país inmóvil. Ellas dijeron en una tierra muda. Ellas resistieron y mostraron otra vida posible: una vida que se impone a la muerte y sus secuaces.






Un pañuelo se agita contra el cielo, un deseo… como un nido y de lejos… un montón de voces vienen haciendo ruido.
Sus manos siguen un tejido que hasta ahora no tiene destino, las fotos acompañan cada recuerdo que quiere volverse difuso, impreciso por el paso del tiempo. Ahí están los cumpleaños, el viaje de estudio, ese verano en la playa, las fotos en el patio con su improvisado disfraz de superhéroe. Allá afuera siguen las voces, los cánticos y ahora el repicar de los bombos.

Ella teje los sueños de él, que encontró debajo de su almohada, aquella terrible noche en que la desbordó la ausencia. Ella sabe que cada sueño es una semilla que crece y se reparte, ella sabe que desde esa noche la lluvia no es solo lluvia que moja.

Se cae y se levanta cada noche, se ahoga en lágrimas, se desahoga en fuerza incontenible, en grito que nunca dejará de pedir justicia. Se desarma y sangra… se arma y fortalece a los incrédulos.
La plaza está repleta, las estatuas como mudos testigos del horror ahora decididamente toman partido y se visten con todos los nombres, los apellidos, las identidades que se buscan, los nietos, los hijos de los hijos. Se suman las banderas y los pañuelos de esas enormes mujeres se distinguen por su andar pausado e inquebrantable, agrupadas en el medio del mundo, respetadas por todo el mundo. Avanzan, se sostienen, se alientan, se esperan, se fortalecen, se suman y se tornan imprescindibles para la esperanza.

El tejido quedó sobre el sillón y un gato enreda la lana jugando con sus patas. Otra vez un deseo como un nido hace que sus manos busquen en un cajón un pañuelo. Frente al espejo parece encontrar la mirada del hijo, prolijamente acomoda las puntas del pañuelo por debajo del cuello; su cabeza ahora está llena de certezas, su corazón decidido ya no puede esperar y entonces camina hacia la plaza acompañada de todas las estrellas.

Como desde hace 30 años, las Madres seguirán tejiendo los sueños de sus hijos: un mundo más justo donde podamos ser felices.


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Imagen: Alapalabra.





 

 
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