Por Jorge Cadús / 31 de octubre de 2013
LA TRIPLE A EN LA REGIÓN
EL ORIGEN DEL TERROR
A mediados de 1973, a los pocos días de la
asunción de Héctor Cámpora como presidente de
los argentinos, un curioso accidente
automovilístico sesgaba la vida de una
enfermera, al tiempo que dejaba gravemente
heridas a otras dos personas. El dato sería
anecdótico, si no fuera porque los tres
ocupantes del automóvil eran delegados
gremiales: Juan Salvadeo, del Sindicato de
Metalúrgicos; Ángel Vázquez, fundador del
Sindicato de la Alimentación (que sería
asesinado en Firmat en un atentado de julio de
1974), y María Eva de Gómez, delegada del
hospital. Por esos días, los referentes
gremiales encabezaban la toma del Hospital
General San Martín de Firmat, ciudad a la que
regresaban después de una reunión con las
autoridades de gobierno provinciales en Santa Fe
capital. La muerte de Luisa Eva de Gómez,
aquella trabajadora y dirigente sindical se
constituye, a la luz de la historia que vendrá,
en el primer atentado perpetrado en el país por
uno de los grupos de tareas —o patotas— que
confluirán, poco tiempo después, en la
organización paraestatal denominada Triple A.
UN ATENTADO EN LA RUTA
En la ciudad de Firmat, corazón del sur
santafesino que se hace eco de la primavera
democrática de 1973 encarnada en Héctor Cámpora,
el Hospital General San Martín permanece tomado
durante varios días por los gremios más
representativos de la ciudad.
Fue en los meses de mayo y junio. El
funcionamiento de la institución era cuestionado
por un amplio abanico de trabajadores, y la toma
fue encabezada por Ángel Vázquez (Alimentación),
Oscar Zariaga (sector rural), Juan Salvadeo
(Sindicato de los Metalúrgicos) y Luisa Eva de
Gómez (Delegada del Hospital)”.
Horacio Zamboni fue el representante legal del
Sindicato de la Alimentación de Firmat, y señala
que “en mayo de 1973, con el gobierno de Cámpora,
hubo una ocupación general de fábricas y lugares
públicos en todo el país, y en la provincia
también. En Firmat se ocupa el Hospital. Lo
ocupa no solamente la gente del hospital, sino
que en apoyo de la gente del hospital lo ocupan
los otros sindicatos de la ciudad. Los
sindicatos fuertes de la ciudad eran la UOM —con
un secretario que se llamaba Salvadeo, y era
también secretario adjunto de la UOM Venado
Tuerto— y el de la Alimentación, con el Negro
Vázquez. Juntos habían organizado una CGT
regional, con Vázquez y Salvadeo al frente.
Ellos ocuparon el hospital, que incluso fue
tiroteado un par de veces”.
En mitad de aquella ocupación se registra la
primera de las muertes producidas por los grupos
de tareas que confluirían, poco tiempo después,
en la Triple A.
Cuenta Zamboni que los referentes de aquella
toma “van a una reunión en Santa Fe, a la
gobernación o al ministerio de gobierno. Y
sufren un atentado en el camino, le tiran encima
un vehículo, y allí muere Gómez, la delegada del
hospital, enfermera; queda muy malherido
Salvadeo, estuvo grave mucho tiempo y quedó con
secuelas; y Vázquez herido. Y fue claramente un
atentado. Estamos hablando de mediados del '73”.
Para el reconocido abogado, aquel atentado que
mutiló la vida de la delegada del hospital de
Firmat puede encuadrarse dentro de los crímenes
de la Triple A en la región, ya que sus autores
“son los mismos que después fueron la Triple A.
No puede decirse acá empezó la Triple A, como
investigación policial sería fantástico, desde
el punto de vista histórico sería el ideal
conocer los detalles, pero eran ellos. La patota
de la UOM, la patota del vicegobernador Cuello,
en San Nicolás la patota de José Ignacio Rucci,
si se estudia la historia de San Nicolás, ¿cuál
es la diferencia entre la patota de la Triple A
y la patota de Rucci?”.
Comisarios de la policía federal; agentes de las
policías provinciales; militares retirados y en
actividad; matones de las patotas sindicales;
delincuentes comunes; más la complicidad de la
embajada norteamericana, dieron forma a estas
organizaciones que actuaron con impunidad,
organizadas y coordinadas desde las estructuras
mismas del poder de los estados provinciales y
nacional, y con el dinero proveniente de las
grandes empresas de la región.
Esas bandas terminaron federándose, hacia
octubre de 1973, bajo el nombre de Triple A.
El informe Nunca Más, elaborado por la Comisión
Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep),
contabiliza 458 asesinatos cometidos durante el
período constitucional que va de 1973 a 1976: 19
en 1973, 50 en 1974 y 359 en 1975; obra de
distintos grupos parapoliciales que actuaron
principalmente con el nombre de Triple A.
Sin embargo, la organización paramilitar cometió
no menos de un millar de asesinatos. Setenta de
ellos en el sur de la provincia de Santa Fe,
crímenes que todavía hoy, a 40 años de
cometidos, continúan impunes. Parte de una larga
y siempre incompleta lista de atentados,
secuestros y amenazas, demuestran que los grupos
parapoliciales, sostenidos con el dinero de
grandes empresas de la región, funcionaron
todavía antes de la aparición de la denominación
Triple A, que en la práctica pudo servir a los
fines de coordinar o federar la acción de estos
grupos en los grandes centros industriales del
país.
El atentado de junio de 1973 en las cercanías de
Firmat que costó la vida de Gómez, las muertes
en octubre de ese año del periodista José
Colombo, en San Nicolás, y del dirigente
peronista Constantino Razetti, en la ciudad de
Rosario, llevan tempranamente las marcas de esa
organización. Marcas que anticiparon los métodos
que los grupos de tareas de la dictadura, a
partir de marzo de 1976, harían abierta política
de Estado.
Y que demuestran también el accionar de estas
bandas todavía antes de su organización y
coordinación desde el Ministerio de Bienestar
Social de la Nación.
Acciones pagadas con fondos provenientes de
empresas asentadas en la región, y con la
participación de uniformados y miembros de la
pesada de diversas organizaciones gremiales, y
el conocimiento y la aprobación de funcionarios
de los gobiernos de turno.
Como herramienta de control de las patronales
sobre las organizaciones sindicales, como
instrumento de los sectores dominantes de la
Argentina de los tempranos '70 para mantener sus
privilegios, la Triple A se inscribe en un
registro histórico, también en la crónica
política de nuestro país.
Allí está, antepasado aristocrático pero
igualmente temible, la llamada Liga Patriótica,
nacida en enero de 1919 como brazo paramilitar
del gobierno radical encabezado por Hipólito
Yrigoyen, en su política represiva contra las
organizaciones obreras.
EL ASESINATO DE COLOMBO
El 3 de octubre de 1973, el periodista José
Domingo Colombo es asesinado en la redacción del
diario El Norte, en la ciudad de San Nicolás,
donde trabajaba. Tenía entonces 37 años.
El periodista Osvaldo Aguirre cuenta en un
artículo publicado el 12 de octubre del 2003 en
el diario La Capital: “El crimen de Colombo tuvo
una particularidad en la lista de hechos
adjudicados a la Triple A: sus autores fueron
detenidos. El mismo día, cuando escapaban en
dirección a Buenos Aires, la policía de
Arrecifes detuvo a Juan Sanz y Ramón Bauchón
González, con un auto en el que llevaban
granadas de mano y de gases lacrimógenos, una
libra de trotyl y varias armas”.
La investigación judicial determinó que Sanz
había sido el autor de los disparos de Itaka que
asesinaron al periodista. Tres años después, el
23 de septiembre de 1976, los dos acusados
fueron condenados a prisión perpetua.
Sanz murió en prisión. González tuvo un final
acorde con su trayectoria: después de 19 años en
prisión salió en libertad condicional. El 19 de
marzo de 1993 fue detenido por la policía de San
Nicolás y torturado a golpes y con el submarino
seco. Tres días después murió, como consecuencia
de la paliza recibida.
La investigación por el crimen del periodista
José Domingo Colombo se detuvo en las figuras de
Sanz y González.
El también escritor y periodista Mario Lombari,
amigo y compañero de trabajo de Colombo, señala
a los autores intelectuales de ese asesinato:
“Fue Magaldi, el secretario general de la
Asociación de Obreros Textiles de San Nicolás,
con más de cuarenta sindicatos que estaban en
contra de Rucci. Y Colombo, según se decía, era
marxista. Los que lo mataron eran del COR
(Comando de Organización), dirigidos por el
general Iñiguez”, como le contó al periodista
Carlos del Frade en el libro Perón, la Triple A
y los Estados.
Antonio Pedro Magaldi supo ser boxeador, obrero
textil y delegado sindical. Desde allí llegó a
ser secretario general de la CGT San Nicolás, la
misma geografía desde donde había pegado el gran
salto José Ignacio Rucci.
Ocupando ese cargo, el 4 de abril de 1974,
Magaldi cayó bajo las balas de un operativo del
Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). En su
declaración pública el ERP denuncia que Magaldi
“ha sido uno de los principales responsables del
permanente ataque, persecución y vejámenes que
sufren los trabajadores (...) por parte de las
bandas de matones fascistas, armados por la
burocracia sindical, por los directivos y dueños
de las grandes empresas, en especial Somisa, por
el ejército y la policía federal (...).
Necesitan del terror para cumplir con sus planes
de opresión al pueblo”.
En el documento “El ERP al Pueblo”, publicado en
el periódico Estrella Roja Nº 32 del 10 de abril
de aquel año, la organización manifiesta:
“Frente a los crímenes de las bandas fascistas y
parapoliciales, brazo armado de los opresores,
el brazo armado del pueblo responde con la
ejecución de Antonio Magaldi”.
LA MUERTE DE RAZZETTI
Once días después de la muerte de Colombo,
en la madrugada del 14 de octubre de 1973,
Constantino Razzetti, bioquímico y dirigente
justicialista, cae cosido a balazos frente a su
casa, cuando regresaba de una cena del partido
justicialista, en la que había sido orador.
En agosto del 2005, su hijo, Carlos Razzetti,
impulsó la reapertura de la causa en los
Tribunales Federales de Rosario, luego que desde
la Secretaría de Derechos Humanos del Ministerio
de Justicia de la Nación se reconociera en un
informe que se trató de un crimen de lesa
humanidad.
Tal y como lo sostuvo el fiscal federal Claudio
Palacín ante los medios de prensa, el crimen de
Razzetti “fue político, resulta verosímil que
haya sido cometido por la Triple A, encuadra en
la calificación de 'lesa humanidad', es por lo
tanto imprescriptible y corresponde una
investigación amplia, profunda y sin
limitaciones en el fuero federal”.
En su declaración testimonial realizada ante el
Procurador Fiscal, el doctor Ricardo Moisés
Vázquez, a cargo de la Unidad de Asistencia para
causas por violaciones a los Derechos Humanos,
el 20 de abril de 2007 el ex-diputado provincial
y militante peronista Juan Luis “Chancho” Lucero
sostuvo que en el asesinato de Razzetti
“actuaron varias personas, el CNU (Concentración
Nacional Universitaria), el SAR (Sub-Area
Rosario), que fueron los que asesinaron a
Brandazza y son los mismos que luego
participaron en las Tres A. Al llegar a la casa
de Constantino, lo apuntan, el conoce a uno de
los atacantes porque le dijo ‘y vos que hacés
aquí’ cosa que después supe por contarlo la
esposa”.
Lucero individualizó a varios de los
responsables de la muerte del dirigente
político, a quienes pudo reconocer en la cena de
la que participó Razzetti la noche de su muerte:
López Quiroga, que “había pertenecido al grupo
estudiantil de la CNU”, donde había trabado
relación con Walter Pagano y a quien conocía de
un hecho “en el sindicato de la construcción
donde había asesinado a una persona”; un
diputado calvo, de la Unión Popular del Partido
Peronista de Bonino, y que tenía relaciones con
el Sindicato de la Carne; y Tito Livio Vidal.
Al mismo tiempo, sostuvo que desde el Sindicato
de la Carne, con Luis Rubeo a la cabeza, habían
amenazado a Razzetti.
EL HUEVO DE LA SERPIENTE
Las muertes de Gómez, Colombo y Razzetti
marcan el inicio de una larga lista de
asesinatos políticos en la región, con las
marcas implícitas de la organización conocida
poco después como Triple A. Esa lista,
incompleta todavía, se acerca al centenar.
Cuarenta años después, todos esos asesinatos
permanecen impunes, y en muchos casos no hay
siquiera una investigación judicial que intente
develar qué pasó.
Sus ejecutores, salvo raras excepciones, habitan
un fantasma anónimo. Los nombres y apellidos del
centenar de miembros que tuvo la Triple A en la
región, sus motivaciones, sus por qué, se
esconden no gratuitamente bajo el nombre de
“miembros de un grupo de tareas”, como si así
pudiera cerrarse la crónica roja de estos
arrabales.
También se esconden en la noche del olvido los
nombres de quienes, desde el poder económico,
crearon y solventaron el accionar de esos
grupos, como así también el de quienes cobijaron
y consintieron su accionar desde el plano
político.
Sin embargo, los relatos de esos crímenes,
silenciados en los discursos oficiales,
sobreviven en la memoria de los compañeros de
entonces, en recortes amarillentos de diarios a
medias guarecidos, en libretas de ocasión, en el
miedo también. A partir de esos retazos puede
trazarse el mapa de la sangre en la región.
Y también puede escribirse una crónica de lo que
pudo ser, y no fue.
De los proyectos políticos truncos. Del futuro
de un país mutilado.
El mapa de la sangre que empezaba a trazar su
geografía de vidas ajenas, de vidas robadas.
**//**
Imagen: Carina Barbuscia sobre fotos de
diarioelnorte.com.ar y comisionporlamemoria.org
|