Por Carlos del Frade / 21 de Noviembre de 2013
JOSÉ HERNÁNDEZ Y EL ASESINATO DE PEÑALOZA
DEL CHACHO A LOS HIJOS Y ENTENADOS
La investigación periodística revela el
funcionamiento de los factores de poder en una
sociedad y descubre el por qué existencial de
las mayorías populares. La historia del
periodismo argentino está plagada de
antecedentes del género que tomó auge a fines de
los años cincuenta del siglo veinte pero que, en
realidad, asumió sus formas desde el diecinueve
con políticos y escritores como Belgrano, Fray
Mocho y José Hernández. Este último, conocido de
manera mayoritaria por "Martín Fierro", fue uno
de los pioneros de un periodismo de denuncia
precisa que revela el nombre y el apellido de
los multiplicadores del dolor del presente que
le tocó vivir. La investigación sobre el
asesinato del Chacho Peñaloza es una pieza de
antología que no solamente es útil para los
miles de estudiantes de periodismo, sino también
para la historia política de los argentinos.
Vayan estas líneas, entonces, como modesto
homenaje a dos hombres comprometidos con el
sueño inconcluso de los que son más, Hernández y
Peñaloza que, en estos días, se recordaron con
tibieza por las efemérides de sus nacimiento y
muerte, respectivamente.
Audio: Jorge Cafrune - Llanto por el Chacho (L.
Benarós / J. Falú)
José Hernández es el símbolo de un periodismo de
denuncia y prólogo del género de la
investigación que descubre la trama íntima de la
impunidad en torno a un crimen político que
conmovió a la sociedad argentina de principios
de la década del sesenta del siglo pasado.
El asesinato del Chacho Peñaloza fue presentado
por los periódicos de la época, los de Buenos
Aires, como el "lógico final de un bandolero".
Sarmiento y Mitre justificarían el método en
nombre del progreso.
Frente a esta construcción de sentido del
presente, tendiente a conformar una visión que
justificaba la eliminación de las resistencias
del interior ante el proyecto económico y
político de la burguesía porteña en alianza con
los ganaderos de la Mesopotamia, el periodista
Hernández, militante del proyecto de la
Confederación, descubriría otra historia.
Y lo haría a través de una serie de artículos
que publicó en el periódico entrerriano "El
Argentino", de Paraná.
La primera nota se titulaba "Asesinato atroz" y
comenzaba con una cabeza escrita según los
conceptos actuales de la estética del periodismo
informativo.
"El general de la Nación, Don Angel Vicente
Peñaloza ha sido cosido a puñaladas en su lecho,
degollado y llevada su cabeza de regalo al
asesino de Benavídez, de los Virasoro, Ayes,
Rolin, Giménez y demás mártires, en Olta, la
noche del 12 del actual", en referencia a
noviembre de 1863.
"El general Peñaloza contaba 70 años de edad;
encanecido en la carrera militar, jamás tiñó sus
manos en sangre y la mitad del partido unitario
no tendrá que acusarle un solo acto que venga a
empañar el valor de sus hechos, la magnanimidad
de sus rasgos, la grandeza de su alma, la
generosidad de sus sentimientos y la abnegación
de sus sacrificios".
Hernández describe y utiliza los adjetivos que
informan.
El periodista con conciencia política que es
Hernández denunciará desde el presente, el
proyecto de dominación que enfrenta desde el
campo de batalla y desde el escritorio de una
redacción.
"El asesinato del general Peñaloza es la obra de
los salvajes unitarios; es la prosecución de los
crímenes que van señalando sus pasos desde
Dorrego hasta hoy".
Luego vendrá un segundo artículo, "La política
del puñal" en la que advierte desde la lucidez
del analista político: "Tiemble ya el general
Urquiza que el puñal de los asesinos se prepara
para descargarlo sobre su cuello; allí, en San
José, en medio de los halagos de su familia, su
sangre ha de enrojecer los salones tan
frecuentados por el partido Unitario".
La tercera nota es la presentación del género de
la investigación periodística en la Argentina.
"Peñaloza no ha sido perseguido. Ni hecho
prisionero. Ni fusilado. Ni su muerte ha
acaecido el 12 de noviembre. Lo vamos a probar
evidentemente, y con los documentos de ellos
mismos. Todo eso es un tejido de infamias y
mentiras, que cae por tierra al más ligerísimo
examen de los documentos oficiales que han
publicado sus asesinos", aseguró el periodista.
Agregó que "ha sido cosido a puñaladas en su
propio lecho, y mientras dormía, por un asesino
que se introdujo a su campo en el silencio de la
noche; fue enseguida degollado, y el asesino
huyó llevándose la cabeza. A la mañana siguiente
no había en su lecho ensangrentado sino un
cadáver mutilado y cubierto de heridas. Esa es
la verdad, pero todo esto ha ocurrido antes del
12 de que hablan las notas oficiales. Los partes
y documentos confabulados mucho después del
asesinato con el solo objeto de extraviar la
opinión del país, incurren en contradicciones
estúpidas".
En esas líneas se descubre el sentido y el
objetivo de las palabras de Rodolfo Walsh en
"Operación Masacre", luego de los fusilamientos
de José León Suárez.
"Examinemos ligeramente esos documentos. El
primer parte que aparece dando cuenta de la
muerte del general Peñaloza, es el siguiente" y
transcribe el texto de Pablo Yrrazábal y Ramón
Castañeda fechado en Olta, el 12 de noviembre de
1863.
Allí se pone de manifiesto que Yrrazábal
sorprendió al "bandido Peñaloza, el cual fue
inmediatamente pasado por las armas" y aseguraba
que también tenía "prisionera a la mujer y un
hijo adoptivo".
Hernández destacó a los lectores el hecho de que
el operativo se produjo en la madrugada del 12 y
que no había más prisioneros que la familia de
Peñaloza.
A continuación, Hernández publicó una carta de
Sarmiento, como gobernador de San Juan, al
inspector general de Armas de la República,
general Wenceslao Paunero.
En ella el sanjuanino le adjudicó la detención
del Chacho a Vera y no en la madrugada del 12,
si no a las nueve de la mañana.
El tercer documento es la carta que Yrrazábal
dirigió al coronel José Arredondo el mítico 12
de noviembre de 1863.
"Pongo en conocimiento de VE el buen éxito de
nuestra jornada que ha dado el triunfo sobre el
vandalaje", comenzaba el escrito.
Luego mencionó al "valiente comandante Ricardo
Vera", la fecha 11 de noviembre, la toma de 18
prisioneros y la partida hacia Olta en la
madrugada del 12. Habla de otro grupo de 18
nuevos prisioneros, seis muertos y el secuestro
de la mujer del Chacho y un hijo adoptivo.
Entonces Hernández pone en evidencia las
contradicciones entre los documentos oficiales.
"O miente uno o miente el otro. La verdad es que
mienten los dos", escribe en tono contundente.
Publica una nueva carta, del 13 de noviembre,
enviada por Pedro Echegaray al coronel y jefe de
las fuerzas movilizadas, coronel Cesáreo
Domínguez. Lo hace desde Los Pocitos, provincia
de Córdoba. Allí se cuenta que se llegó a La
Rioja en la noche del 12 de noviembre y que "muy
pronto quedará restablecido el orden porque el
primer caudillo, que era Peñaloza, concluyó su
carrera en Olta, que fue muerto por una comisión
del coronel Arredondo al mando del comandante
Ricardo Vera".
De allí que Hernández desmenuce el sentido
profundo de los signos que ofrecen las cartas.
"En esta nota, fechada un día después de aquel
en que se da como acaecida la muerte de
Peñaloza, y a una inmensa distancia del lugar
del suceso, Echegaray habla del hecho como de un
suceso viejo, habla de los resultados
producidos, de la marcha de Puebla, de los
avisos mandados por él a las autoridades de San
Luis, de la ocupación de La Rioja por Arredondo,
de los individuos que se han presentado, y por
fin de que se ha retirado de aquella provincia
por creer ya innecesaria su presencia allí. No
hay magia para hacer tantas cosas en unas
cuantas horas, sino la de los salvajes
unitarios. Pero Echegaray no mentía, sino que
Peñaloza ha sido asesinado mucho antes de lo que
dicen esas notas falsificadas", remarcó José
Hernández.
Y añadió una última carta de Yrrazábal a
Echegaray, desde Ulape, el 8 de noviembre de
1863. "Según noticias, creo que US no está
seguro de que Peñaloza fue tomado e
inmediatamente pasado por las armas", testimonia
el documento.
A partir de esa demostración, Hernández confirmó
que "aquí está descubierto el crimen. Esa nota
es de fecha 8 de noviembre e Yrrazábal le
asegura a Echegaray que Peñaloza había sido
muerto" y más adelante enfatizó que "el
asesinato que se pretende encubrir está
revelado".
Después analiza la construcción de la historia
oficial a través del diario "El Imparcial" de
Córdoba y "La Nación Argentina", de Mitre.
Terminó escribiendo que "el criminal se agazapa,
se esconde, pero siempre deja la cola afuera,
que es por donde lo toma la justicia. Los
salvajes unitarios han dejado también la cola
afuera".
Es una pena que este texto de investigación,
análisis, precisión informativa y moderna
estética en la redacción, no se estudie en las
facultades de comunicación social y en las
escuelas de periodismo como antecedente de los
escritos de Walsh, Bayer y Verbitsky.
Pero también constituye un flagrante delito de
falsificación histórica el tratar de reducir a
José Hernández como el autor del "Martín
Fierro".
Hernández demuestra, a través de su notable
ejercicio de la construcción de las noticias y
de su compromiso político que lo llevó hasta los
campos de batalla, una voluntad de convertir en
masivo lo oculto por los sectores dominantes.
Su trabajo de descubrimiento a favor de las
mayorías constituye un valioso aporte para la
formación de la conciencia social.
Esa que se nutre del mandato cultural y político
que viene desde 1810 de formar una Argentina con
igualdad y solidaridad, proyecto histórico que
resume la identidad nacional.