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Por Jorge Cadús / 23 de Diciembre de 2013
POSTALES DE FIN AÑO
ENTRE LA MEMORIA Y LA ESPERANZA

El fin de año extiende su copa de sabores agridulces. Entre penas y alegrías, entre abrazos y ausencias, vamos siendo, vamos estando. Así lo definió nuestro poeta, Francisco Paco Urondo, al hablar de "tropiezos heridos de muerte / esperanza y dolor y cansancio y ganas". El mismo día que se conocía la limitada sentencia en la llamada Causa Guerrieri 2, nuestra querida y admirada Lucrecia Martínez, Madre de Plaza 25 de Mayo, iniciaba su último vuelo en estos arrabales. Postales que cruzan la crónica larga de una tierra sin reposo: el día que comenzó la justicia a pronunciar el nombre de Fernando Tito Messiez, el Centro Cultural Juan Ingalinella de Rosario amanecía con pintadas amenazantes. Sin embargo, la historia ya no puede ser la misma. La larga marcha de nuestras Madres de los pañuelos ha torcido la historia, y esa marcha ya no puede detenerse: el último 10 de diciembre egresó la primera promoción de la escuela que lleva el flamante nombre "Madres de Plaza 25 de mayo". A 30 años de la restauración democrática, aquellas palabras de Lucrecia, dichas en mitad del terror planificado, cobran renovado sentido: "será viejo el proverbio pero la unión hace la fuerza".






El 20 de diciembre, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Rosario condenó a prisión perpetua a un represor, mientras impuso penas que van entre 5 años y 25 años a todos los imputados en la denominada causa Guerrieri II.
El tribunal, integrado por los jueces Roberto Lopez Arango, Lilia Carnero y Noemí Berros, condenó a prisión perpetua a Marino Héctor González, en tanto impuso 25 años de prisión para Ariel Zenón Porra y Juan Andrés Cabrera. Las condenas se completan con 20 años para Carlos Fulcini; 18 años para Alberto Enrique Pelliza; 16 años para Ariel López; 10 años para Pascual Guerrieri, Jorge Alberto Fariña y Juan Daniel Amelong; 8 años para Joaquín Gurrera y 5 años para Walter Pagano y Eduardo Constanzo.
En el proceso se investigaron los delitos de privación ilegal de la libertad, amenazas, tormentos, homicidio y asociación ilícita; y los fundamentos para una sentencia tan necesaria como tímida se difundirán el próximo 24 de febrero.

El mismo día en que el Tribunal daba a conocer su mezquino veredicto, Lucrecia Martínez, Madre de Plaza 25 de Mayo, decidió partir hacia arrabales mejores.
Lucrecia -mamá de Mariano Martínez, desaparecido el 27 de enero de 1977- fue parte del movimiento de derechos humanos de nuestra ciudad desde sus comienzos. Formó parte de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas, y luego de Madres de Plaza 25 de Mayo.
Su propia casa -junto a los domicilios de Esperanza Labrador y Fidel Toniolli- fue lugar de reunión en los primeros días del terror planificado, antes de la mítica sede de los organismos en la cortada Ricardone. De la mano de Lucrecia, Esperanza, Darwinia Gallicchio, Irma Molina, Nelma Jalil, Norma Vermeullen y un puñado más de mujeres, comenzaba a gestarse el grupo que conformaría Madres de Plaza 25 de Mayo de Rosario.
"En el Comando atendían todos los días. Nos hacían ir a preguntar, para probar. Ahí me encontré con Ángel Alba, con Mari Prat, con Inés Patachini. Los vi varias veces, y entonces pensé: será viejo el proverbio pero la unión hace la fuerza. No podemos estar unos por acá y otros por allá" supo recordar Lucrecia hace poco tiempo atrás.

Pajarita cantora en un tiempo de espinas, dueña de una risa contagiosa y de una mirada profunda y triste, Lucrecia decidió emprender su último vuelo.
Retumba en el silencio el verso de Huidobro: "en mi memoria un ruiseñor se queja / ruiseñor de las batallas / que canta sobre todas las balas…"

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Imagen: Jorge Contrera.











 

 
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