Por Sonia Tessa / 31 de Marzo de 2014
JUEVES EN LA PLAZA
ESPERANZA YA ESTÁ OTRA VEZ EN SU PLAZA
Las cenizas de Esperanza Labrador descansan
ahora en la Plaza 25 de Mayo, en la que dio
vueltas tantas veces con el pañuelo blanco en
busca de su hijo Miguel Angel, desaparecido a
los 25 años, el 13 de septiembre de 1976, y en
reclamo por los asesinatos de su esposo, Víctor,
y de otro de sus hijos, Palmiro, junto a su
pareja, Graciela Koatz. Los tres asesinados en
la noche del 10 de noviembre de 1976. Aunque
tratándose de Esperanza, la palabra descansar
parezca inadecuada. Su vitalidad, el sentido del
humor y las frases pícaras que lanzaba están
rondando la plaza, en busca de otras personas
que quieran enarbolarlas. Esperanza murió en
España, el 14 de noviembre de 2011. Era petisa
pero tenía el pecho ancho para llevar la
pancarta con las fotos de sus seres queridos. En
el acto del jueves 20 de marzo, Norma Vermeulén,
Lila de Forestello y Elsa "Chiche" Massa -Madres
de la Plaza 25 de Mayo- dieron vueltas como
todos los jueves, y luego echaron sus flores en
la tierra que ahora acoge a Esperanza al lado de
las cenizas de Víctor y Palmiro. El jueves 30 de
junio de 2005, Esperanza y su hija, Manoli
llevaron los restos en la misma plaza. Esa misma
mañana, Esperanza Labrador había concurrido a
los Tribunales Federales para pedir la
reapertura de la causa por los asesinatos y la
desaparición de su hijo.
Para acompañar la llegada de Esperanza a la
Plaza de las Madres, a su plaza, estuvieron
Manoli y sus dos hijas, las nietas de Esperanza,
Maricel y Laura, que viven en España desde 1976.
Las tres pasaron el rato con un nudo en la
garganta, porque esa mujer admirada por su lucha
entre los que fueron a la plaza, era también la
amorosa abuela que tanto querían.
Chiche Massa fue la Madre que se animó a hablar.
"Esperanza está con nosotros otra vez en la
Plaza y esta vez vino para quedarse. La vamos a
cuidar, y la vamos a respetar, pero en realidad
nunca se fue porque cada jueves alguien se
acuerda de Esperanza y ella está presente y está
con nosotros como estuvo siempre. Recordémosla
como era, con la picardía de su mirada, con su
palabra, con esa valentía con que enfrentaba a
los represores", dijo la Madre de Plaza de Mayo.
Esperanza tuvo una vida difícil que enfrentó con
el arma secreta de la alegría y las ganas de
luchar. Nació en Cuba, en 1922. Su padre
biológico la entregó a un hombre. Siete años más
tarde, el padre volvió a buscarla, y la llevó
por la fuerza a España. En aquel país para ella
desconocido, se enamoró de Víctor, combatiente
republicano, siempre añorando la felicidad de
sus primeros años en Cuba. Apenas terminó la
guerra, Víctor y Esperanza emigraron hacia
América. La idea era llegar a Cuba, pero
recalaron en Rosario, donde tuvieron cuatro
hijos. Además, construyeron una fábrica de
zapatos. El primero de sus hijos, Tomás, murió
electrocutado, antes del golpe cívico militar.
En 1976, entre septiembre y noviembre de 1976,
la masacre dejó a Esperanza sola con su hija.
Manoli tenía marido y dos hijas, una de 2 (Maricel)
y otra de 14 (Laura). Con la ayuda del entonces
cónsul de España, Vicente Ramiro Montesinos y
otro funcionario de la Embajada, Gerardo
Hernández, los cinco huyeron de Rosario en una
camioneta. Las niñas iban en la parte de atrás,
tapadas con un colchón para que no las
alcanzaran las balas. Tal era el miedo.
En el acto en la Plaza 25 de Mayo estuvo Gerardo
Hernández, aquel funcionario de la embajada
española que ayudó a los Labrador en 1976.
Impecable con su traje gris, recordó el coraje
del ex cónsul, que en plena dictadura mandó un
telegrama imputándole a Galtieri los crímenes, y
se emocionó al leer una dedicatoria de
Esperanza. No pudo seguir hablando, se le quebró
la voz. "Y la quise mucho, nada más", terminó.
La historia de Esperanza en España fue de idas y
venidas durante los últimos 37 años de su vida.
En 1976, mientras Manoli y su esposo forjaban su
vida como inmigrantes en España, Esperanza
sentía la imperiosa necesidad de volver a
Argentina a buscar a Miguel Angel, desaparecido.
Y así fue como transitó las oficinas del Comando
del Segundo Cuerpo de Ejército, donde el
entonces general Leopoldo Galtieri le dijo que
sus hijos eran montoneros, pero la muerte de
Víctor era un lamentable error. Esperanza lo
increpó: "Si mis hijos eran montoneros, pues
vivan los montoneros". También fue a Santa Fe
"donde desapareció Miguel Angel" para buscarlo
en las cárceles. En ese camino se hizo muy amiga
de Nelma Jalil y Elena Belmont, las dos madres
de los desaparecidos Sergio Jalil y Carlos
Belmont. Era la semilla de Madres de Plaza 25 de
Mayo, junto a Elisa Medina, la mamá de Oscar,
desaparecido en Villa Gobernador Gálvez el 20 de
octubre de 1976.
Esperanza Labrador siguió peleando durante todos
esos años, con la vida y el corazón partidos
entre España y Rosario. En 1996, el juez
Baltasar Garzón abrió una causa por la
desaparición de los Labrador en Argentina, y
procesó a Galtieri, así como a otros represores.
Contar la historia de Esperanza es
imprescindible para entender las lágrimas que
brotaron de los ojos de todas las personas
presentes en la ceremonia en la Plaza 25 de
mayo. "Esperanza Labrador es una queridísima
compañera que tantas y tantas veces estuvo dando
una vuelta aquí con nosotros, y mucho antes que
nosotros, y que de alguna manera todavía sigue
caminando aquí todos los jueves", dijo Juan
Cheroni, uno de los que habló. "Estuve tratando
de pensar de qué manera se podía homenajear a
una personalidad tan extraordinaria", confesó, y
recurrió entonces a palabras de Víctor Heredia.
"Pasaré como el toro/ con los ojos bravíos,/ no
conozco otro modo de lograr lo que es mío./
Quiero sólo lo nuestro, lo que es justo y
debido. Para eso peleo, para eso he nacido", es
un fragmento de la canción elegida por Cheroni.
"Creo que pocas palabras podrían definir lo que
fue Esperanza como este poema, donde se conjugan
la lucha de esperanza, la dignidad, el tesón,
las convicciones profundas, y no podemos
olvidarnos que todo lo hizo por la vida, por la
alegría y con una sonrisa. No te vamos a olvidar
jamás".
En esa ceremonia que trajo las cenizas de
Esperanza, su hija Manoli consideró que su madre
permanecerá "encantada" de acompañar la marcha
de las Madres. "Aún cuando no haya ninguna, ella
estará siempre presente", dijo.
Y Chiche Massa, desde el corazón, agregó: "Yo la
quise, la admiré. Ella estuvo, está ahora en la
plaza y estará en nuestros recuerdos, en nuestro
corazón, la tenemos siempre presente. Manoli
quedate tranquila, tu mamá va a estar bien
cuidada y respetada".
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Imagen: Jorge Contrera.
Publicado en Rosario/12. Edición del domingo 30
de marzo de 2014
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