Por Ariel Palacios y Jorge Cadús / 10 de Abril
de 2014
EL ROMPECABEZAS DE LA IDENTIDAD
CADA VEZ QUE ES AHORA
En mitad de los actos que en cada escuela
santafesina conmemoraron el Día de la Memoria y
el Día del Veterano y de los Caídos en Malvinas,
en Alcorta, más de 150 pibes secundarios
participaron de una jornada irrepetible: Iván
Fina, hijo de una pareja de militantes políticos
asesinados por el terrorismo de Estado en 1976,
se encontró con compañeros de infancia y
adolescencia de su papá, con imágenes, anécdotas
y recuerdos. Pedacitos desperdigados de ese mapa
de historias que la dictadura arrasó, cada
palabra intenta ocupar, nuevamente, aquel
espacio de donde fue secuestrada. Si, como
escribió el poeta ecuatoriano Augusto Rodríguez,
apenas "somos banales piezas de un rompecabezas
/ que se destruyen a la orilla del fuego",
también es posible -desde la persistencia del
suave soplo de la memoria- darle vida a la brasa
que sobrevive entre tantas cenizas.
Iván Fina no había cumplido un año de edad
cuando fuerzas estatales asesinaron en Rosario a
su padre, Víctor Hugo Fina, y arrancaron de su
lugar de trabajo en Capitán Bermúdez a su madre,
Isabel Ángela Carlucci, embarazada de seis meses
y medio. Ambas acciones se llevaron a cabo de
manera sincronizada el 10 de agosto de 1976. Por
entonces, el país atravesaba el primer período,
y tal vez el más cruento, de una dictadura que
se extendería hasta 1983.
Víctor Hugo Fina (militante del PRT-ERP al igual
que su esposa) fue velado en Alcorta, en un
clima de estupor callado y justificaciones
varias, y recibió sepultura en esta misma
localidad en la que jugaba de pibe y donde de
joven cursó la última parte de sus estudios
secundarios en la vieja Escuela Nacional, seis
temporadas antes de caer a manos de personal
conjunto del Ejército y la Policía provincial.
Del destino de Isabel Ángela Carlucci no hubo
confirmación hasta 2011, año en que sus restos
fueron entregados a su hijo, después de yacer en
una tumba sin nombre en el cementerio rosarino
de La Piedad durante más de tres décadas. En el
minucioso trabajo que incluyó su hallazgo e
identificación, merece destacarse la labor del
Equipo Argentino de Antropología Forense.
Igualmente, falta saber qué sucedió con el niño
o la niña que la mujer llevaba en su vientre al
momento de su secuestro y posible encierro en el
Centro Clandestino de Detención denominado La
Calamita, en Granadero Baigorria, sitio en el
que se presume permaneció alrededor de treinta
días, hasta su homicidio. Por eso la búsqueda
continúa.
El psicólogo y docente Iván Fina inscribe ese
rastreo en el marco de las investigaciones
motorizadas por el Estado democrático y por la
Asociación Civil Abuelas de Plaza de Mayo. Lo
hace por su hermano o hermana, y también por sí
mismo. Pero no sólo eso, porque en el camino va
encontrándose una y otra vez con las huellas que
sobre este mundo dejaron "Calculín" y "La
Gringa", sus progenitores, a quienes
prácticamente no conoció.
El último 1 de abril, los actos desarrollados en
la Escuela Normal Superior Nº 37, de la
localidad de Alcorta, con motivo de conmemorarse
el Día de la Memoria y el Día del Veterano y de
los Caídos en Malvinas, sirvieron para que Iván
sumara algunas piezas al armado de ese
rompecabezas que es su vida. Compañeros de
promoción de su padre fueron sus laderos -dando
testimonio, aportando fotografías- y la
institución que en 1970 otorgó a Víctor Hugo
Fina el título de Perito Mercantil pudo mirar
sin tapujos su pasado, para hacer algo con eso:
colaborar en la reconstrucción de una historia,
compartirla con las nuevas generaciones,
pensarla en función del presente.
"Para mí es muy importante venir acá, a esta
localidad que es parte de la historia de mis
padres, de mi familia, un pedacito de mi
también. Conocer a la gente que conocí,
intercambiar las cosas que intercambiamos, las
fotos que me llevo. Con muchos de los compañeros
de Hijos solemos recurrir a la figura del
rompecabezas, buscamos pedacitos de ese
rompecabezas. Entonces, poder conocer un poco
más sobre quién fue mi papá es muy movilizante",
resumió al finalizar el acto y la charla abierta
Iván.
Y señaló la importancia del rol de las escuelas
a la hora de reconstruir un relato destrozado
por el terrorismo de Estado: "más allá de mi
identidad individual, hay una identidad nacional
también, que tiene que ver con qué relato nos
contamos como país. En ese punto son muy pesados
los olvidos. Y en ese aspecto la escuela es un
espacio fundamental, de transmisión, de
formación. Y en relación a la apuesta por los
jóvenes, que en estos momentos comienzan a
proyectar el futuro. Transmitir estas cosas, que
ellos también sepan que es parte de su historia.
Y saber que cuando decimos historia dice de su
pasado pero también dice de su presente y de su
futuro. De todas estas dimensiones, de una
historia por construir. Y desde ese punto de
vista es importante que en una escuela se hable
de esto".
La jornada -multiplicada de diferentes formas,
bajo diversas modalidades en cada localidad de
la región- reafirmó el valor de una democracia
que, aún lejos de la perfección y la plenitud,
permite juzgar acorde a las normas
constitucionales a los actores de la represión,
garantizando sus derechos.
Derechos que, dicho sea de paso, ellos ignoraron
de facto al ejercer el control del aparato
estatal, conjunto de organismos que, por la
razón que sea, jamás deben propiciar el
terrorismo ya que su herramienta primera es la
ley.
Los saldos de aquella experiencia están a la
vista, aunque como en todo proceso tardamos
tiempo en empezar a asumirlo: un país de
riquezas concentradas, inmerso en la rara
paradoja de estar endeudado con sus propios
saqueadores; un país que arribó al ’83 con su
espinazo industrial quebrado, para ser partido
al medio en los ‘90; un país fragmentado, que a
menudo pivotea entre la tentación autoritaria y
el embelesamiento consumista; un país en que el
éxito se mide por la mayor o menor capacidad de
aplastar al "enemigo"; un país en el que el
"vale todo" se emparenta al "vale todo" de los
vencedores económicos del régimen. En
definitiva, un país que frecuentemente se mira
en el espejo del antiguo orden.
Revisar lo acontecido, dejarse quemar por sus
fuegos y conjurar sus sombras, no es tarea
equiparable a la nostalgia. Se trata, sin dudas,
de algo bastante más interesante que llorar
sobre la ausencia derramada.
Lo escribió Tomás Eloy Martínez, y cada vez que
es ahora se hace realidad: "Contra la fugacidad,
la letra. Contra la muerte, el relato".
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Imagen: abuelas.org.ar
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