Por Grupo Editor / 21 de Abril de 2014
JUEVES EN LAS PLAZAS
CELINA ZEIGNER DE KOFMAN: LA QUECA
Referentes éticos ineludibles en nuestra
historia reciente, las Madres de los pañuelos
siguen marcando un tiempo por venir. Tal y como
lo sostiene el dramaturgo Eduardo Tato Pavlovsky,
nuestras Madres "no sabían que la ronda iba a
convertirse en una máquina de producir
subjetividades, que estaban organizando sin
darse cuenta un movimiento de resistencia civil
con proyección en el mundo". Desde ese espacio
compartido de dolores, broncas y ausencias,
transformaron la realidad, y dieron forma al
futuro posible. "esa posibilidad de reunirse en
un espacio grupal fue politizándolas poco a
poco, y las consignas y los horizontes fueron
ampliándose", escribe Pavlovsky. Y resume:
"ellas han modificado la cabeza de la gente por
el valor, el coraje, demostrando que el dolor
más individual cuando es socializado, se
politiza en muchísimos niveles". Por eso, los
nombres de estas mujeres, nuestras Madres, son
las palabras más bellas que esta tierra puede
pronunciar.
Audio: Celina Queca Kofman - El Golpe de 1976
EL PAÑUELO BLANCO COMO ESTANDARTE
Celina Zeigner de Kofman, Queca, lleva su
pañuelo blanco como un estandarte. Con 90 años
recién cumplidos, esta Madre de Plaza de Mayo de
Santa Fe sigue con ganas de pelearla en la
calle. Sobre su militancia, aclara que ella "no
es fundadora" de la organización en la capital
provincial, sino que se trasladó a Santa Fe en
1988, en plena democracia. "Todas las Madres
somos compañeras, entre nosotras no hay
jerarquías", subraya esta mujer, que vivía en
Concordia en agosto de 1975, cuando desapareció
su hijo Jorge, en Tucumán, en el marco del
Operativo Independencia.
"Me mudé a Santa Fe en 1988 y ya estaban
formadas las Madres. Yo no fui fundadora ni de
Concordia ni de Santa Fe. Acá ya marchaban las
Madres, las compañeras de Santa Fe, entre ellas
Alejandra Ravello y otras", indica. En su casa,
los retratos de hijos, nietos y bisnietos tienen
un lugar especial para su hijo desaparecido,
Jorge, a quien decían "el hipicito" y para los
dos hijos de Jorge, Alfredo y Patricia.
Desde su casa en el barrio de Candiotti Norte,
Queca recordó que durante la última dictadura
militar, en Santa Fe, "los familiares reclamaban
organizados en Familiares de Detenidos
Desaparecidos, dirigidos por la querida
compañera Elsa Ramos. Así que cuando las Madres
se formaron, recién en 1987, algunas compañeras
habían marchado, participado antes de
Familiares, pero decidieron formar Madres acá,
yo recién me mudé en 1988, y me incorporo junto
a las compañeras, trabajando siempre codo a codo
con Familiares".
El pañuelo blanco forma parte de la identidad de
Queca, anclado en el presente.
Acompañó la lucha de los afectados por las
inundaciones de 2003, y también fue parte de la
Marcha de los Chicos del Pueblo, junto a Nora
Cortiñas. "Hicimos dos viajes, uno desde Córdoba
a Buenos Aires y otro de Misiones a Buenos Aires
con los Chicos del Pueblo", se enorgullece.
También estuvo en Rafaela, acompañando los
reclamos para que se investigue el asesinato
político de Silvia Suppo, que fue muerta a
puñaladas meses después de dar un testimonio
clave en la causa Brusa. "Silvia Suppo
testimonió como todas las chicas, que eso es lo
que yo más admiro, a las sobrevivientes de los
campos de concentración, que hoy son señoras
grandes ya, y cuentan los sufrimientos, las
humillaciones, las violaciones", dice.
Y subraya: "Silvia Suppo, como todas, con
coraje, sin mezquinar palabras ni nada,
testimoniaron y nos hacían llorar a las Madres.
Y Silvia Suppo hizo un testimonio muy fuerte,
muy fuerte y tenía que declarar en el juicio
siguiente por la desaparición de su marido.
Entonces, ahí, simularon un robo, porque
nosotros no nos tragamos lo del robo, fue un
crimen político".
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Imagen: periodicopausa.blogspot.com.ar
Publicado en el diario Rosario 12 / Edición del
sábado 21 de abril de 2014