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Por Jorge Cadús / 27 de mayo de 2014
LA HISTORIA DE YVES DOMERGUE Y CRISTINA CIALCETTA
UNA FLOR PARA LAS TUMBAS SIN NOMBRE


¿Qué busco con el arte?", se preguntaba Vicente Zito Lema. Y se respondía: "que ocurra la poesía". "¿Qué busco con la poesía?", insistía, para responderse: "Que resucite la verdad de la vida". Luego, tozudamente, inquiría: "¿Qué busco con la vida?". Y contestaba: "que el temor de la muerte / no oscurezca la conciencia". En ese camino, desde el arte y la poesía, el director santafesino Daniel Hechim estrenó su largometraje documental "Una flor para las tumbas sin nombre", basado en la historia de la pareja de militantes políticos Yves Domergue y Cristina Cialcetta, asesinados por el terrorismo de Estado en 1976, cuya memoria fue resguardada por todo un pueblo para regresar, invicta y amorosa, 35 años después.




 

El último 16 de mayo se estrenó en Santa Fe Capital, en el cine América, el largometraje documental "Una flor para las tumbas sin nombre". La película fue dirigida por Daniel Hechim, y producida por María Eugenia Bertone, y se rodó en las ciudades de Santa Fe, Melincué, Rosario y Buenos Aires. El relato está basado en la historia Yves Domergue y Cristina Cialcetta, una pareja de militantes políticos secuestrados y desaparecidos por el terrorismo de estado en septiembre de 1976.
Cuentan los realizadores del film: "En Melincué, una localidad del interior de Argentina, tirados en un campo en 1976, se encontraron dos jóvenes ejecutados a balazos que son enterrados como NN. El poblado era entonces una pujante Villa Turística que por esa época también sufre inundaciones que durarán 30 años. Conviviendo con este drama, los pobladores preservarán la memoria de los jóvenes y buscarán conocer su identidad".

La historia de Yves Domergue y Cristina Cialcetta sacude todavía hoy a toda la región.
La tarde del domingo 26 de septiembre de 1976, el agricultor Agustín Buitrón halló dos cuerpos muy baleados a un costado de la ruta, entre Carreras y Melincué. Se notaba que eran jóvenes, un varón y una mujer, rematados de un disparo de itaka en la cara, sin posibilidad de ser identificados. Los sepultaron en el cementerio de Melincué como NN.
Durante más de 30 años, sus habitantes los cuidaron, les llevaron flores, y custodiaron el expediente judicial labrado al momento del hallazgo.
Y no sólo eso.
Eric Domergue, hermano de Yves, le contó hace tiempo a este cronista: "Un día, las nuevas generaciones, aquellas que no habían vivido el terror de la dictadura militar, comenzaron a involucrarse, a hacerse preguntas, a buscar la verdad. A propuesta de la profesora Juliana Cagrandi y de la directora Cristina Farioli, los alumnos de quinto año de la Escuela Pablo Pizzurno de Melincué entraron a escena. En junio del 2003 sintetizaron en un trabajo escolar lo poco que se sabía de los dos desconocidos asesinados. Durante siete años, Juliana, la profe, golpeó puertas, nunca se desanimó, apostó a que la verdad estallara. Y ganó. Cuando la historia llegó a oídos de la Secretaría de Derechos Humanos de Santa Fe, se puso en marcha un nuevo engranaje en la búsqueda de la identidad".

En el año 2008, se contactaron por primera vez con la familia Domergue.
La historia continuó, y las insistencias florecieron en verdad. En junio de 2009, el tribunal de Melincué convocó al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) para que exhumara los cuerpos. Durante once meses, el EAAF limpió los restos óseos, rearmó los esqueletos, los estudió, obtuvo sus ADN y los cotejó con la sangre de familiares de desaparecidos. Así, la ciencia abrió las puertas a la verdad. En mayo del 2010, Eric Domergue recibió la confirmación: los NN de Melincué tenían nombre y apellido. Eran Yves Domergue y Cristina Cialcetta, su compañera, secuestrados en Rosario el 20 de septiembre de 1976.

Ahora, desde el cine, el director Daniel Hechim recupera esta historia, que ya ha comenzado a rodar y se multiplica en las pantallas: "Una flor para las tumbas sin nombre"
Dicen los responsables del film: "los distintos habitantes, gente común de Melincué, son los protagonistas de esta historia: la hija de un chacarero que encuentra los cuerpos muertos, un empleado judicial que protege y conserva obsesivamente el expediente, dos amas de casa que llevan siempre flores a las tumbas sin nombre, un sepulturero que ubica las fosas luego que el cementerio quedó bajo agua, una docente y sus alumnos de secundaria que llevan adelante un trabajo de investigación sobre derechos humanos. Entre todos, durante más de 30 años, en una cadena de pequeñas acciones solidarias, mantuvieron viva la memoria de estos jóvenes asesinados por la dictadura y les posibilitaron devolverle la identidad".

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Imagen: unaflorparalastumbassinnombre.blogspot.com.ar/ rodaje













 

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