Darwinia Gallichio

La clara libertad, el amor y la memoria

¿Cómo se hace para contar la vida de una mujer que lleva la historia a cuestas?, ¿cómo hablar de esa guerrera que anduvo por la oscuridad para salir llena de luz en la mirada?. Ella fue tomada unas mil veces de rehén por la tristeza, y más de mil veces salió ilesa, para volver a sonreír. Hace muchos años tuvo un papá anarquista que la llamó Darwinia, que le enseñó ese amor por la vida, y por soñar con un mundo diferente. Desde entonces aquella niña aprendió a contemplar la historia con ojos sensibles. Stella Maris Galichio, su hija, le mostró la distancia entre compartir y dar lo que a uno le sobra, le contó de la inexplicable sensación de no ser yo, de ser nosotros, y de dar la vida por ese nosotros. Darwinia siempre llevó como bandera esas palabras y por ese nosotros salió a enfrentarse con los verdugos y, si fuera necesario, con el mismo diablo.

En esos días el nosotros tenía ojos de niña y el nombre de su nieta, Jimena Vicario.

Cada jueves, la Plaza 25 de Mayo la encontró girando, aún con lluvias, aún con frío, con fusiles apuntando. El pañuelo blanco de Darwinia se transforma en ala, y los fusiles desaparecen, y los pájaros perdidos regresan para decirnos que es posible un mañana, que es posible un nosotros, porque nadie detuvo a las Madres, porque nadie detiene el mañana.

 

Yo quiero levantar el puño desde el
desorden
y encontrar una risa y unos ojos.
En tus horas estás. Ocasos invencibles
regaron tu ansiedad
más allá de tu cielo, de tus propias raíces,
del viento endurecido del invierno.
Ah! Leona de volcánicos pasos. La ley de
tu memoria
registraba los golpes contra el hombre.
Tú, vagabunda, sabedora de todos los
caminos
rompiendo los zapatos mientras tus pies
buscaban
esos días tranquilos sin balas, sin
metrallas,
sin manos asesinas.
Y tu grito del fondo de la tierra,
devuélvanme a mi nieta.
Bebedora de lágrimas quebradas,
tu bandera ha vencido. Ya lo advirtió la
gracia
de tu rosa y el fruto derramado
en tu profundo crecimiento humano.
Ah! Tu nieta. Ya es la hija de un pueblo.
Y yo quiero besar a la hija de un pueblo
con sol de nuestros hijos
para llenar de oro los cántaros vacíos.
Toda en ti, fue tu tarde, toda en ti tus
espacios
y toda en ti tu canto. Despéñate en tus
puentes,
desafía los mares que llegan a tu puerta.
Galopan tus estrellas, poniendo dignidad
sobre el planeta.
Mientras tú construías la identidad
robada
de tu nieta perdida. Te bajaste al galope
del caballo
sosteniendo en tus hombros las piedras
que mordían.
Y entonces fue tu gloria la clase magistral
que distes a la historia.
Tu clara libertad, tu amor y tu memoria.

Elena Lucas Belmont (Libertad)

Nuestras Madres

. Elsa Masa

. Marta Hernández

. María Irma Molina

. Elena Belmont

. Norma Vermeullen

. Noemí de Devicenzo

. Élida López

. Darwinia Gallichio

. Nelma Jalil

. Esperanza Labrador

. Matilde de Toniolli

. Lila Forestello

 

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