Los
represores de siempre
por Rubén Naranjo
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La Memoria
exige Justicia y espera.
La Memoria sabe esperar.
Puede la injusticia expandirse como una proteica
mancha de aceite prepotente, impiadosa,
extenderse envuelta en mantos de impunidad,
pero no puede evitar la mirada fija de quienes
habitados por la Memoria saben esperar.
Cuando la Memoria dice 24 de Marzo, los que
saben esperar, rechinan los dientes, aprietan
las manos y marchan en caravana junto a los
asesinados, los torturados, los perseguidos,
los desaparecidos, presentes siempre en las
alboradas bulliciosas y en las calladas penumbras
de dolorosos anocheceres donde la ausencia
es un filo helado que no enjuga las lágrimas.
Tiempo de ausencia que comenzó antes
del 24 de marzo de 1976 con los crímenes
perpetrados por los integrantes de la Triple
A, fuerza clandestina formada durante el período
constitucional del cual fue presidenta María
Estela Martínez de Perón.
Los grupos facciosos que partían del
ministerio de Bienestar Social ganaron las
calles y las rutas del país para asesinar
a militantes sociales enfrentados al gobierno
por disentir con sus principios ideológicos,
concepciones políticas y programas
económicos.
En autos sin identificación, con rostros
encubiertos, los integrantes de la Triple
A actuaban, fundamentalmente, de noche porque
su macabra tarea necesitaba la complicidad
de la oscuridad y del silencio. La tragedia
estallaba en minutos. Gritos, sangre y muerte.
Los reclamos se multiplicaban porque era un
período constitucional y se suponía
que las instituciones de la Nación
funcionaban de acuerdo con las normas legales.
Pero eran vanas las presentaciones. El Estado
protegía a los asesinos. La impunidad
era total.
La dictadura militar del 76 legitimó
las aberrantes acciones de la Triple A que
no siguió operando porque las FFAA
y las policías de todas las jurisdicciones,
acompañadas por los cuerpos paramilitares
y parapoliciales, continuaron cometiendo los
mismos actos pero sin necesidad de esperar
hasta el crepúsculo para tener habilitada
las calles, que supieron de dolor y muerte.
A plena luz del día y a cara descubierta
produjeron la mayor masacre del país.
Los 30.000 desaparecidos constituyen la mayor
evidencia.
Para hacer posible esa cacería humana
la dictadura supeditó la Constitución
Nacional a las Actas del Proceso Militar,
destituyó autoridades, inhabilitó
los partidos políticos, intervino la
Universidad, desarticuló la actividad
gremial, prohibió el ejercicio de todo
derecho civil y estableció un cerrojo
a la actividad cultural.
Los responsables del nefasto período
militar se fueron en diciembre de 1983 al
asumir las autoridades elegidas de acuerdo
con el articulado de la Constitución
Nacional, pero muchos aspectos de la ideología
y de las prácticas que definieron aquel
tiempo de horror se mantuvieron en el país
y tienen vigencia en la provincia de Santa
Fe, pese a declaración de encumbrados
funcionarios que ayer y hoy se comprometen
desde la palabra y después no pueden
o no quieren limitar la violencia policial.
En el mensaje del gobernador electo, José
María Vernet, pronunciado el 11 de
diciembre de 1983, ante la Legislatura Provincial
expresó: ...En cuanto a la policía
la cuestión principal reside en devolver
a la institución su verdadera función,
cual es la de velar por la seguridad y protección
del ciudadano y ser la depositaria monolítica
de la fuerza pública. La distorsión
de la fuerza ha quebrantado el orden jerárquico,
ha alterado la estructura del mando y limitado
la jerarquía de la misión que
le encomienda la sociedad...
Días después, el 15 de diciembre,
asumió sus funciones el nuevo Jefe
de Policía de la provincia, Inspector
General (R) Jorge Argentino Barrionuevo. Finalizó
diciendo: ...Trataremos de que la policía
vuelva a sus cauces normales, o sea para lo
que fue creada, una policía de prevención
al servicio de la población.
Veinte años han transcurrido y hoy
sabemos que el servicio preventivo ofrecido
por la policía ha sido muy limitado
y, por el contrario, la represión caracterizó
su presencia en la sociedad.
Las víctimas de gatillo fácil
que hubo desde 1983 hasta hoy ubican a la
provincia de Santa Fe en el segundo lugar
entre los estados provinciales en los que
más crímenes se han cometido.
También sabemos que en Santa Fe las
víctimas: menores, adolescentes y jóvenes,
provienen todos sin excepción
de los sectores más carenciados desde
los cuales es muy dificultoso casi imposible
obtener respaldos sociales que permitan asegurar
un tratamiento judicial adecuado e imparcial.
Como por este motivo son muy pocos los uniformados
condenados, podemos decir que la policía
aplica la pena de muerte con total impunidad.
Los asesinatos cometidos por la policía
de Rosario y Villa Gobernador Gálvez
en diciembre de 2001 no produjeron la condena
de ningún efectivo, ni la de los jefes
operativos responsables del comportamiento
de la fuerza, pese a constatarse en sede judicial
que todas las víctimas fueron muertas
por balas disparadas por la policía.
Por otra parte el juez Roberto Reyes, de Santa
Fe, determinó falta de mérito
a favor de Lorenzo Domínguez, ministro
de Gobierno, y de Enrique Álvarez,
secretario de Seguridad Pública, por
la represión de diciembre. El gobernador
Reutemann máximo responsable
de los asesinatos no fue citado en ninguna
instancia judicial para responder por los
crímenes ocurridos en el territorio
provincial.
El marco del espanto y de la impunidad exhibe,
orgullosamente, el retrato de Carlos Alberto
Reutemann.
En la saga del inmaculado ex mandatario inscribe
sus primeros pasos el gobernador Jorge Obeid.
Las principales designaciones en la provincia
no pueden ser más alarmantes.
Leyla Perazzo, funcionaria de carrera, creía
en la época del proceso militar que
los niños entregados a ella por sus
compañeros de servicio eran abandonados
y desamparados. Nunca se enteró
que sus compañeros habían fusilado
a los padres de los niños.
Brillante antecedente para que Obeid la designe
en el cargo que ejerce.
Jorge Pallavidini proclamó la vigencia
de la Tolerancia Cero en una reunión
de prensa, en su condición de jefe
de Policía de la URI (ciudad de Santa
Fe), horas después que el policía
Jorge Pablo Silva asesinara de un balazo en
la nuca al adolescente Diego Acosta de 15
años, el 20 de julio de 1999.
Las declaraciones de Pallavidini fueron tan
graves que el entonces ministro de Gobierno,
Roberto Rosua, tuvo que desautorizarlo y asegurar
que la Tolerancia Cero no tenía vigencia.
Como este hecho ocurrió durante el
mandato anterior del actual gobernador, es
posible suponer que las heroicas palabras
del jefe policial se ha llegado a la
Tolerancia Cero sean para Obeid un antecedente
ampliamente habilitante para el nuevo cargo.
El 19 de diciembre de 2001 había muchos
chicos en la escuela Serrano ubicada en Barrio
Las Flores. En las calles de las proximidades
se vivía intensa agitación en
el marco de las protestas populares de esa
jornada.
Como era audible el sonido de las balas Pocho
Lepratti subió al techo de la escuela
en cuya cocina trabajaba para
pedir a los policías que no disparasen
sus armas porque había chicos comiendo.
La respuesta fue un balazo en el cuello que
le costó la vida.
El comisario Manuel Maldonado, jefe de la
sección Judiciales, inició una
causa contra Lepratti por resistencia a la
autoridad.
Pocho está muerto y Maldonado es el
jefe actual de la policía de Rosario.
El gobierno nacional está elaborando
una política de derechos humanos, aparentemente,
respetuosa de las víctimas.
Los encumbrados funcionarios policiales designados
por Obeid están vinculados, por sus
acciones anteriores, a los victimarios.
Como con ellos se llega a este 24 de Marzo,
la tragedia del 76 nos golpea en la
cara.
La Memoria, que vive en el pueblo, construye
espacios de dignidad y sabe esperar.
Esperará hasta que no existan estrellas
de lata dorada que agravien y ofendan.
Niños, mujeres y hombres marchan por
los caminos de la Memoria.
Responsables
Por disposición
de la Directiva N° 1/75 del Consejo
de Defensa fue el Ejército, desde
octubre de 1975, el "responsable
primario" en la represión.
La llamada "Misión del Ejército",
a su vez, fue impuesta por la Directiva
del Comandante General del Ejército
Nº 404/75: "Operar ofensivamente
contra la subversión en el ámbito
de su jurisdicción y fuera de
ella en apoyo de las otras Fuerzas Armadas,
para detectar y aniquilar las organizaciones
subversivas". Se estableció
una "división territorial
del país en Zonas, Subzonas y
Áreas". La denominada Zona
II, a cargo del Comando del 2º
Cuerpo de Ejército, con asiento
en Rosario, comprendió las provincias
de Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes,
Misiones, Chaco y Formosa. Los máximos
responsables de dicha Zona fueron los
Comandantes del 2º Cuerpo de Ejército.
Pasaron por ese puesto: el General Ramón
Genaro Díaz Bessone (desde setiembre
1975); el General Leopoldo Fortunato
Galtieri (desde octubre 1976); el General
Luciano Adolfo Jáuregui (desde
febrero1979) y el General Juan Carlos
Trimarco (desde diciembre 1980).
Fuente: Memoria Debida.
José Luis D'Andrea
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