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ROSARIO, MARZO DE 2005. AÑO
II. Nº 8.
Escriben:
. Ariel Palacios
. Carlos del Frade
. Antonela Scocco
. Pablo Álvarez
. Jorge Cadús
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Editorial
por Madres de Plaza 25
de Mayo
"¿Hasta
cuándo van a seguir revolviendo el
pasado?", se preguntan algunos que nos
quieren y varios que no nos quieren.
"¡Hasta siempre!" es nuestra
respuesta.
Nosotras -sépanlo-
tenemos dos caras: con una escrutamos el pasado,
con la otra escrutamos el futuro. Echamos
luz sobre un pasado tenebroso para que nunca
tengamos que vivir un futuro tenebroso. Desde
hoy, desde este presente plagado de dudas
pero también sembrado de esperanzas,
luchamos por lo mismo que el primar día:
Esclarecimiento, justicia, castigo.
Si esos objetivos no se lograran, dejaríamos
abierta las puertas para que las fieras que
nos devoraron, nos vuelvan a devorar.
Luchar para el futuro es
lo que hicieron nuestros hijos, que tan caro
e injustamente lo pagaron. Nosotras continuamos
esa lucha, con otros medios, en otros tiempos.
Cuando nuestra historia tuvo su terrible comienzo,
toda nuestra mirada, toda nuestra atención
se centraba en la búsqueda de los nuestros.
Más adelante fuimos ampliando nuestra
comprensión hacia aquello que había
motivado a nuestros hijos a actuar de determinada
manera y a tomar pesadas responsabilidades.
Y descubrimos que sus preocupaciones
estaban centradas en lo que entonces pocos
veían, que es lo que ahora todos, desgraciadamente,
tenemos bajo nuestros ojos: un país
postrado, con la riqueza acumulada en poquísimas
manos, y la pobreza y la indigencia arrasando
con millones y millones de habitantes que
padecen desocupación, enfermedad y
analfabetismo.
Entonces, que quede claro:
cuando seguimos "revolviendo el pasado",
como dicen, es porque queremos que a partir
de la revalorización de la vida, del
respeto a las personas y a sus ideas, del
sometimiento de todos y cada uno a las leyes
que nos rijan, y que democráticamente
nos hayamos dado, desemboquemos en un futuro
con trabajo digno para todos, con educación
y salud, con vivienda y condiciones materiales
de vida que permitan el desarrollo de una
sociedad justa y solidaria.
Nunca tuvimos miedo. No
lo tuvimos cuando nuestras marchas eran "acompañadas"
por una Itaka en la espalda, ni cuando al
acudir a los comandos en búsqueda de
respuestas, nos sometían a todo tipo
de desprecios y humillaciones.
Nuestro único miedo
residiría en que, ante la realidad
de que estamos cada vez más viejas
y somos menos, los mas jóvenes no tomaran
la posta de nuestra larga marcha. Son muchos
los que nos han acompañado a lo largo
de estos años: esperamos que no se
cansen y que agreguen las nuevas generaciones
para que todo el esfuerzo tenga sentido. Confiamos
en que así será.
Después de dos décadas
de gobiernos constitucionales y democráticos,
hemos visto por primera vez brotar actitudes
en los niveles oficiales de franco apoyo a
nuestros reclamos de esclarecimiento, justicia
y castigo.
Desde la investidura presidencial
hemos recibido innumerables mensajes de aliento
que se tradujeron, en muchos casos, en medidas
concretas para reabrir causas, agilizar investigaciones
y lograr comparecencias que sin ese apoyo
resultarían inimaginables.
De todos modos, las intrincadas estructuras
judiciales dan lugar a marchas y contramarchas:
jueces y cámaras se contradicen, y
si un día logramos que se detenga a
algún responsable, al día siguiente
una distinta interpretación le devuelve
la libertad a quienes hace rato deberían
estar privados de ella.
Probablemente se ajuste
a las leyes el que Massera no pueda ahora
ser juzgado. Lo que no se ajusta a las leyes
es que Massera haya pasado los últimos
20 años en libertad.
Finalmente, quisiéramos
ampliar lo de "sociedad justa y solidaria",
que dicho así puede parecer un eslogan
y nada más. Me refiero a una sociedad
en que los adultos tengan trabajo y en que
los niños no tengan que trabajar; en
que las mujeres puedan desarrollar sus capacidades
y percibir por ellas los mismos ingresos que
los hombres; en que los ancianos estén
protegidos de la necesidad y de la soledad
y el abandono; en que los jóvenes sean
formados e informados y que además
de conocimientos académicos reciban
otros que les permitan manejarse responsablemente
en su vida familiar, social y sexual.
Una sociedad que se dé
sus leyes a través de los organismos
que la constitución prevé, sin
admitir presiones de sectores o instituciones
cuya incumbencia es otra.
Hay un largo etcétera
si quisiéramos contener todos los aspectos
de esa sociedad justa y solidaria. Pensamos
que ustedes pueden agrandar la lista hasta
agotarla.