"Cuando
sentía frío me desabrigaba,
cuando tenía mucho calor me ponía
mucha ropa. Porque sentía que Sergio,
mi hijo, donde sea que lo tuvieran estaba
sufriendo. Por eso yo no me permitía
estar bien. Quería sentir que lo acompañaba..."
Nelma Jalil
-¿Y
ustedes a qué están jugando?
preguntó el pibe aquella tarde, con
cierta malicia en la mirada, montado en su
bicicleta. Primero miraba de lejos, con su
grupo de amigos, a esas mujeres que giraban
y giraban en el centro de la plaza 25 de Mayo,
acompañadas de un manojo de personas.
...a qué están jugando? se
animó.
-No jugamos, ayudamos a las Madres a darle
cuerda al cosmos.
Respondió un viejo, medio poeta.
-Le damos cuerda para que no pare de andar.
Era una tarde de febrero de 1996. El sol ya
casi cumplía con su tarea de rajar
la tierra un día mas. Y las respuestas,
como siempre, no hacían otra cosa que
abrir otros interrogantes. Si las Madres rondaban
para darle cuerda al cosmos había otros
que, por el contrario, solo querían
detener su marcha. Poniendo palos en la rueda.
-Ustedes no le dan cuerda. Le dan loca...
Replicó aquel pibe de unos doce o trece
años.
Faltaba apenas un mes para que se cumplieran
20 años de aquel 24 de marzo de 1976,
y las "locas" de la plaza rosarina
giraban con sus blancos pañuelos, contra
reloj, en la ronda del tiempo.
Desandares
"A veces voy andando por la humedad
de mis ojos, por la humedad de mis lágrimas...".
Escribió Elena Belmont, y sus palabras
se repiten en cada uno de los testimonios
de las otras madres, que un día salieron
a buscar a sus hijos y, a cambio, se encontraron
a ellas mismas, pero diferentes. Tejiendo
pedazos de historia. Paradas en otro escenario.
Aunque fue recién en 1981 cuando las
Madres rosarinas comenzaron a agruparse, ya
venían de golpear muchas puertas, caminar
muchos pasillos, desandar otros caminos.
La iglesia, el Arzobispado rosarino, se convirtió
en el más emblemático sendero,
empedrado de mentiras y velos de muerte.
Eugenio Segundo Zitelli, el cura párroco
de Casilda, es uno de los más oscuros
ejemplos... "Dígale al padre
Griffa, si la envió a que hable conmigo,
que yo estoy para cosas más importantes".
Respondía. "Se hubiese preocupado
por su hijo mucho antes...". Zitelli
justificaba la tortura pero... "si además
de tortura hubo violación... ya es
otra cosa".
Por otra parte las falsas promesas: el padre
García, secretario del Arzobispado
de Rosario, mentía a los familiares
de los desaparecidos, les decía las
cosas que ellos querían escuchar, a
cambio de regalos.
"Una vez me dijo que me prepare, porque
para la Noche Buena tendría a mi hijo
en casa... me dijo que arregle sus cosas,
que ventile su ropa... y así lo hice.
Pero Sergio no llegó nunca".
Nelma Jalil le había regalado vinos
finos al padre García. Y en la última
oportunidad le regaló un portafolios
de cuero que, él mismo, le pidió.
"Después no hubo más
regalos, pero tampoco tuve más audiencia
con él...".
El
Turco
Sergio Jalil es uno de los militantes fusilados
el 17 de octubre de 1977, en la localidad
cordobesa de Los Surgentes. En uno de los
barrios pobres de Rosario, Nelma se encontró
con su hijo a través de los testimonios
de los vecinos, que nunca lo olvidaron.
"Me contó una familia que Sergio
le había salvado la vida a su hija.
Había recorrido cielo y tierra en su
bicicleta, durante todo el día, para
conseguirle un remedio que no tenía.
Los padres llamaron a la chica, ya más
grandecita, y le contaron que yo soy la madre
del Turco, así lo llamaban, el mismo
que te salvó la vida..."
"Después me acordé que
un día Sergio llegó a casa todo
sucio, y yo lo retaba. El se reía y
me dijo que estaba contento por haberle salvado
la vida a una chiquita. Había recorrido
toda la ciudad hasta que, por fin, consiguió
un remedio. Llegó a casa a las tres
de la mañana. Él había
ayudado, también en ese barrio, a que
todos tengan el agua".
Pañuelos
El viejo medio poeta me contó que la
idea de darle cuerda al cosmos no es de él.
Eso lo dijo en un poema Adela Antokolets,
madre de Plaza de Mayo.
Dijo que la ronda significa eso, darle cuerda
al cosmos para que no se detenga.
Y a mí se me ocurre que cada jueves,
las Madres, le dan cuerda al universo para
agitar los sueños que permanecían
dormidos. Para que nadie se olvide de la lucha
de toda una generación, la de sus hijos,
que entregaron sus vidas por un país
diferente. Libre y solidario.
Hablar hoy de aquellos sueños es darle
cuerda al presente.
Por eso las Madres rondan, y rondan contra
reloj.
Porque además... ¿quién
dijo que un pañuelo blanco es despedida?.
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