LA MUERTE
DE RUBÉN NARANJO
El 3 de octubre pasado murió
nuestro admirado profesor Rubén Naranjo.
Declarado Ciudadano Ilustre de Rosario en
septiembre de 2004, Rubén tuvo una
activa participación en la lucha por
la defensa de los derechos humanos.
Cada
vez que lo veía te saludaba con una
sonrisa ancha, tierna, que se le subía
a la mirada, en esos ojos chiquitos y profundos
que tenía.
Tenía pinta de mago
jubilado de algún mundo mejor que este.
Jubilado por rebelde, por seguir buscando
la magia de la vida que siempre encontró.
Artista, dirigente permanente por los derechos
humanos, denunciante, preciso, inteligente,
sensible y amplio, muy amplio, lejos de cualquier
secta arrogante de las tantas izquierdas vernáculas.
Nos abrazamos en la casita
robada de Santiago 2815, después de
diciembre de 2001, en las escaleras del "Rosario/12",
en las marchas de cada 24 de marzo, y en las
esquinas de la ciudad donde pasaba entre los
autos con su particular garbo, con increíble
e indescifrable gracia de flaco enamorado
de la vida, indignado permanente contra cualquier
forma de injusticia.
Maestro buscador de belleza
y tolerancia se asomó a la vida del
polaco Korzack y parecía, en su admiración,
describir una profunda continuidad de la pelea
por esos mismos principios acá, en
estas tierras arrasadas por el olvido y las
impunidades diversas.
En la semana de Rosario,
Rubén Naranjo, una de las expresiones
más legítimas de la rebeldía
rosarina, piantó para sonreir en otros
parajes del universo.
En la misma semana que
se recordará el robo de los tribunales,
la oscuridad -que suele volverse densa en
ciertos lugares de la ciudad- se sentirá
feliz porque Rubén dejará de
combatirla en estos planos.
Los que conocimos a su
compañera de toda la vida, su hija,
su taller multicolor y modesto, estamos con
bronca, maldiciendo la muerte que sabe elegir
a los mejores y deja invictos a sus socios
locales.
Pensé decir también
que Rubén era un alma renacentista.
Capaz de construir armonía y belleza
y, al mismo tiempo, escribir, denunciar, hacer
política y juntarse con los más
chicos para descubrir lo nuevo de la existencia.
Pensé decir que
la ciudad pierde a uno de sus verdaderos faros
existenciales.
Somos los muchos los deudores
de Rubén.
Le debemos la pasión,
la valentía, la sonrisa permanente
y esa necesidad humana de escuchar para entender
al que piensa, siente y vive de otra manera.
Esa grandeza del alma tan de Rubén,
tan de naranjo siempre en flor.
Me quedo con su apasionada
lucha por la Vigil, la memoria, el amor y
por esta especie extraña que puebla
el planeta.
Hay papeles suyos en cada
una de las redacciones de esta ciudad; hay
palabras suyas en los micrófonos de
las radios de esta ciudad; hay pasos suyos
en las calles de esta ciudad.
Pero ahora, Rubén,
ya no estás en esta ciudad que te quiso
mucho menos que vos a ella y que tanto, todavía,
te necesitaba.
Chau, Rubén. No
tengo la menor idea cómo carajo se
hace para saldar tanta deuda de amor que tenemos
con vos.
volver
a Alapalabra Nº 10 . volver
a todas las tapas