"Entre
la vereda y los edificios de la ciudad, justo
sobre la línea de edificación,
se abrió un lugar indeterminado entre
lo corpóreo y lo intangible. Bicicletas
en ninguna parte, pero no se las puede dejar
de palpar. Es como si fuéramos capaces
de tocar los recuerdos..."
Daniel
Perosio
(Arquitecto - Artista plástico)
Sombras de bicicletas,
sin jinete, proyectadas sobre los tapiales
se multiplican, en todas las calles, en todas
las esquinas.
Las ausencias se hacen presencia, interrogan
y perturban.
En la ciudad sentada a orillas del río,
el misterio pedalea en sus barrios.
Fernando Traverso, artista plástico
rosarino, dejó estampada una primer
bicicleta en la madrugada del 24 de marzo
del 2001, la intención era repetir
ese gesto 350 veces, en alusión a la
cifra oficial de desaparecidos que tiene Rosario.
Tres años después, lejos de
quedar en llanta, las bicis siguen rodando,
despertando todo tipo de historias, colectivas
e individuales.
Trascendiendo las fronteras de la ciudad,
las bicis se convierten en trapos, en relatos
de algo que ocurrió hace tiempo y que
hoy se hace necesario volver a mirar.
Margarita Belén
En diciembre del 2002 la agrupación
H.I.J.O.S. de Resistencia, Chaco, invitó
a Traverso a realizar una intervención
urbana en su ciudad, a 26 años de la
masacre de Margarita Belén, ocurrida
el 13 de diciembre de 1976.
Pintada en un edificio celeste se puede ver
una bicicleta vacía. Ese edificio no
es un edificio cualquiera, de ese lugar que
fue un centro de detención y tortura
salieron encapuchados los 22 militantes que
serían trasladados rumbo a Margarita
Belén y tras un simulacro de enfrentamiento
fueron fusilados.
Desde entonces, 22 bicicletas vacías
pedalean las calles de Resistencia. Entre
las personas que colaboraron en la intervención
urbana se encontraban los hijos de algunos
de los militantes fusilados.
Alas
De acuerdo a la mirada de quien se encuentre
con ellas, la memoria a pedales va tomando
todo tipo de formas, en las calles del Barrio
Ludueña a las bicicletas le crecieron
alas... "La gente escribe la leyenda:
Pocho vive, sobre mis bicicletas ya pintadas,
sobre todo aquellas por donde pasaba el Pocho
en su trayecto diario". Para Fernando
Traverso "eso es lo maravilloso de esta
obra, su constante capacidad de resignificación,
según quién la vea y en qué
sitio de la ciudad sea descubierta. Su poder
nostálgico oficia como un disparador
de sentidos".
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