EL ASESINATO
DE CARLOS GAUNA Y LA TRAMA DE LA IMPUNIDAD
La
muerte puede cambiar
de color o de uniforme.
Pero siempre llevará uniforme..."
(Graffiti
estampado en
alguna de las calles rosarinas)
Hace dos años, en
agosto de 2002, el barrio Ludueña se
movilizaba frente la muerte de un chico de
veinte años, asesinado por una bala
policial, frente a un sincronizado encubrimiento
que parecía imponerse y a la decisión
de un Juez de archivar la causa aceptando
la versión de los uniformados, que
sostenía que se había producido
un enfrentamiento,
tras un intento de robo y la caída
de uno de los delincuentes.
Podría haber sido
un caso más, de los tantos no esclarecidos,
perdidos en alguna crónica de alguna
sección policial, pero la obstinación
de una familia que no dejó de salir
a las calles, y de un barrio que no dejó
de acompañar, logró que la causa
no se pierda dentro de los pasillos judiciales.
El crimen ocurrió el 9 de agosto de
2002 en calle Larrea al 500 donde Carlos Gauna
jugaba al fútbol con sus amigos y entró
en un terreno baldío para buscar la
pelota. Tras la denuncia de Fernando Ponce,
un vecino que oyó ruidos en el terreno,
se presentó una patrulla del Comando
Radioeléctrico y uno de los agentes,
Rubén Darío Blanco, disparó
a quemarropa hiriendo de muerte a Carlos.
El primer Juez que investigó el caso,
Luis María Caterina, dio por cierta
la versión policial que decía
que Blanco repelió un ataque a tiros
de Gauna, y juzgó que su reacción
fue proporcional a la agresión que
recibió del muchacho.
Caterina había decidido archivar la
causa sin haber reconstruido la escena y sin
interrogar jamás al policía,
pero tiempo después la Cámara
Penal dejó sin efecto la resolución
y la causa fue derivada al Juez de Instrucción
Jorge Eldo Juárez.
Escenarios
"¿Quién nos defiende de
quienes nos defienden...?" nos preguntaba
Juan José Gravet, sacerdote de la Iglesia
Cristo Redentor, que encabezaba las primeras
marchas para reclamar justicia. "En nuestra
zona estamos reclamando hace tiempo, no solo
por este caso sino por tantos otros, especialmente
desde el 19 y 20 de diciembre cuando creamos
una comisión investigadora por estas
muertes, que las autoridades, desde el Gobernador
Reutemann para abajo, no quieren investigar..."
Gravet era determinante a la hora de hablar
de "aquellos que disparan el gatillo
tan fácilmente" y de los mecanismos
posteriores... "Tenemos la seguridad
de quién era Carlitos, sabemos bien
que fue asesinado vilmente, de un modo artero,
de espaldas, y como si esto fuera poco las
autoridades le plantan un arma, ya como una
metodología aceitada, perversa... es
decir que van a los procedimientos con un
arma, para plantarle a la persona que van
a matar. Esto ya es peor que la ley de la
selva".
Titulares
"Cumplía con su deber" dice
la familia del Policía que abatió
a Carlos Gauna...". Así reza el
titular de una crónica del diario La
Capital, el 2 de julio de 2004, y el término
utilizado, "abatió", dejaba
implícita la idea de un enfrentamiento.
Sin embargo hacía ya unos meses, en
marzo de este año, Eldo Juárez
decidió procesar al oficial Rubén
Darío Blanco y Carlos Antonio Gómez,
que es el oficial que acompañó
en el operativo. Como los uniformados apelaron,
recién el 5 de julio la Cámara
de Apelaciones ratificó el fallo del
Magistrado.
Al mismo tiempo Eldo Juárez procesó
al oficial del Comando Radioeléctrico
José Soria por adulterar el acta de
procedimiento, para simular un enfrentamiento.
El revólver que había sido plantado
en el terreno baldío, era calibre 38.
Después, todas las pericias, incluido
un análisis en el cuerpo de la víctima,
demostraron que Carlos nunca había
disparado un arma.
Insistencias
Gladys Gauna, la mamá de Carlos, nos
cuenta la historia de su hijo, nos dice que
Carlitos quería estudiar Ciencias Económicas,
que cuidaba ancianos en el Pami, donde ella
misma trabaja, y que era un chico muy querido
por todo el barrio.
Gladys tiene otros hijos y trabaja todo el
día, pero tiene tiempo para recibirnos
y para acercarse a otros padres que sufren
la impunidad policial y el dolor de perder
a un familiar.
En estos dos años nada pudo detenerla,
ni una causa que parecía archivarse,
ni el pacto de silencio uniformado, ni las
amenazas que nunca dejaron de hacerle, a ella
y a su familia.
"Yo ya no tengo miedo de perder",
dice Gladys en una entrevista a la radio comunitaria
Aire Libre. "Y si me toca perder me alegro,
porque voy a perder por estar peleando, porque
no quiero que exista más impunidad".
Salidas posibles
por Antonela Scocco
"Ayer nos arrancaron
un pedazo de nuestro amor. Hoy luchamos
para que no les pase lo mismo a ustedes",
reza el afiche convocando a la marcha
del jueves 8 de julio, cuando los Padres
del Dolor cumplían un año
de lucha. Tiempo antes de la aparición
mediática de Blumberg, en Rosario
surgía una agrupación
que desde el silencio también
reclamaba justicia, sólo que
los grandes medios no tenían
interés en quienes no distinguían
entre víctimas de la inseguridad
y víctimas de la policía.
Los Padres del Dolor -del mismo dolor
que Blumberg-, aunque fueron recibidos
por Kirchner, no han sido escuchados
por los gobernantes provinciales. Tal
vez, su discurso no resulta tan atractivo:
saben que la inseguridad no la resuelve
la policía, saben que la salida
está en otra parte. Y en la marcha
aniversario decían: "La
agrupación crece, pero no queremos
que crezca, queremos que se termine".
Que se termine la inseguridad, la impunidad,
la exclusión social, sino no
hay salida posible.
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