Hace
tiempo me contaron la historia. En ciertos
poblados europeos, donde sopló con
más fuerzas el viento devastador del
nazismo, las casas de quienes supieron resistir
al odio con valor y firmeza están señaladas.
Se distinguen las casas para que las nuevas
generaciones sepan que allí vive un
resistente. Alguien, un hombre, una mujer,
que supo arder en los fuegos de ideales nobles,
solidarios, generosos. Alguien que se plantó
de frente al terror cotidiano y cotidianamente
dijo "No".
El último día
de septiembre, el Concejo Municipal de Rosario
declaró "Ciudadano Ilustre"
al artista y profesor Rubén
Naranjo, colaborador permanente de
esta revista. El proyecto fue presentado por
Carlos Taruselli, un ex alumno, y contó
con el apoyo de todos los ediles. La distinción
es un reconocimiento "por la trayectoria
e inclaudicabilidad", y por su sostenida
lucha en defensa de los derechos humanos.
Un reconocimiento para quien se plantó
de frente al terror cotidiano y cotidianamente
supo -y sabe- arder en los fuegos de las luchas
del pueblo.
Fuegos.
En aquel baldío, de purrete inquieto,
merendando con "aquel grupo de basureros,
gente de trabajo". En los 60, por la
dignidad del hombre, y por sus derechos, en
las calles ardientes del Rosariazo que trenzó
en un abrazo a obreros y estudiantes. En la
invención de la muestra "Tucumán
Arde". En la construcción del
proyecto emblemático de la Biblioteca
Popular Vigil, "donde todos eran peronistas"
y él, "un anarquista trasnochado",
y los libros se multiplicaban, y se multiplicaban
las canciones. Fuegos. En la persecución
a la que lo sometió el terrorismo de
estado, en la clandestinidad y la cárcel.
En la huelga de hambre del 83 por el ingreso
irrestricto a la Universidad, y en todas las
huelgas, con todos los obreros. En la resistencia
a las leyes de la democracia que liberaba
asesinos y torturadores. Siempre en las calles.
En el ardiente metal de la memoria y las ideas.
Fuegos. En la asociación Chicos, con
todos y cada uno de los pibes de la calle,
con "el pueblo maltratado, violado".
En "las plazas", con las Madres
y las Abuelas de los pañuelos, inseparable.
Y otra vez en la pólvora, y otra vez
en la sangre, en un diciembre tan cercano,
tan doloroso, en la creación de la
Comisión negada por politiqueros menores
para investigar los fusilamientos de 2001.
Y en la nueva lucha por recuperar, distinta,
aquella Vigil, y en el sueño ardiente
de la Biblioteca Popular Pocho Lepratti. Fuegos.
Para quemar impunidades. Para que arda la
ansiada llamarada de la verdad y la justicia.
Para que nunca más.
Rubén, nuestro
querido y admirado Rubén, sigue ardiendo,
fogata contagiosa de utopías posibles.
Para que las nuevas generaciones sepan que
hay alguien -muchos- que se plantó
de frente al terror cotidiano, a la cotidiana
impunidad. Y dijo "No".
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