Cien años de soledades
por Ariel Palacios

ENTREVISTA CON ALCIRA ARGUMEDO: DE 1880 A LOS TIEMPOS QUE CORREN

De la concentración económica inaugurada en el siglo XIX a las manifestaciones populares de diciembre de 2001. Del terrorismo de estado como herramienta para la domesticación social. De la crueldad y las impunidades repetidas. De los incipientes movimientos sociales latinoamericanos y su búsqueda de las raíces como motor del futuro. De todo esto habló con Alapalabra Alcira Argumedo, una de las voces más claras del pensamiento argentino.

 

 

 

-Si la historia argentina se contara desde el proceso de concentración económica en favor de determinados grupos empresariales, ¿en qué hechos históricos se pueden resumir estos quiebres en favor de esos grupos?
-Esto ha tenido en la historia distintas etapas. Una primera etapa es la concentración de los años '80, que es la de los gobiernos oligárquicos. Otra etapa fue la inmediatamente posterior a la crisis del '30, con la década infame. Y una tercer etapa se inicia en 1976, con la dictadura militar, aunque tiene un primer antecedente, que no se puede implementar, con el Rodrigazo en 1975. Esta etapa tiene un punto de inflexión en el 2001, con un doble fenómeno: el límite que encuentra esta política de endeudamiento para financiar el traslado a grupos económicos-financieros; y el proceso de movilización popular que de alguna manera termina saturando un vaso que durante 25 años había sufrido una política de traspaso de recursos o riqueza pública y social en favor de estos grupos económicos-financieros. El corralito indicaba que había encontrado un techo esta política de endeudamiento, apertura total de la economía, convertibilidad en un dólar espúreo, una balanza comercial desfavorable... Este esquema hace crisis a lo largo del 2001.

-Con el golpe de 1976 se inicia un proceso de desindustrialización de la mano de una política represiva.
-Claro. Acá se combinaron dos elementos: la lucha antiguerrillera en sí misma no necesitaba bajar un 40% los salarios reales en el primer año de instauración de la dictadura. Por eso se instala un esquema represivo para evitar la protesta social. Se sabe que una proporción muy alta de los desaparecidos eran delegados internos de fábricas, que no tenían una ligazón directa con la guerrilla. Al mismo tiempo se intenta imponer una nueva forma de redistribución de la riqueza en favor de grupos económicos financieros. Esto fue acompañado, igual que en la etapa de la convertibilidad, con un dólar barato que hacía muy dificultosa la producción en el país, sobre todo con una apertura total de la economía. Sucedió lo mismo que en los '90. Esa desindustrialización tenía un objetivo político: romper las bases de un movimiento político que articulara trabajadores con pequeños y medianos empresarios interesados en el desarrollo del mercado interno y del bienestar. Y esa desindustrialización, esa ruptura de las bases estructurales de ese movimiento potencial, iba acompañado con el favor hacia grupos económicos-financieros que se movían con la especulación financiera, con importaciones o con algunos puntos industriales que después van a ser las privatizaciones. Mientras tanto, se desprotegía totalmente a los pequeños y medianos productores rurales o industriales que no podían competir con los altísimos costos internos en dólares, por el precio del dólar y por las altísimas tarifas de los servicios privatizados.

-Esa dictadura instala la desaparición de personas. ¿Qué impacto tiene en la sociedad esta figura del desaparecido?
-La figura del desaparecido es especialmente brutal, porque evoca un doble elemento: el de la impunidad absoluta, y el de la incapacidad de los seres queridos de elaborar el duelo porque no saben si están vivos o muertos. La figura del desaparecido es de una especial crueldad, y esta especial crueldad e impunidad actúa como un elemento muy subliminal, muy encubierto de disciplinamiento social. Es decir, en cualquier momento la vida humana vale tan poco que se esfuma. Ni siquiera tiene una tumba, se esfuma. Y esto hizo que el terrorismo político de la desaparición pudiera ser reemplazado fácilmente por el terrorismo económico, que era la constante amenaza de las cosas terribles que podían suceder si no se cumplían las imposiciones del Fondo Monetario y del Banco Mundial. Y después, leyes como la de obediencia debida, que es una aberración jurídica: un parlamento democrático en una sociedad supuestamente democrática determina que torturar a un bebé de 8 meses con una picana eléctrica para hacer hablar al padre no es delito si esto viene de una orden superior. Esa ley de obediencia debida tiene un elemento de aberración que verdaderamente da un mensaje de impunidad terrible, y por lo tanto creo que el hecho de haber sido anulada es un salto cualitativo en términos políticos y culturales muy importantes.


 

Deudas

En relación a los movimientos sociales registrados en Latinoamérica, Alcira Argumedo sostuvo que "tiene una gran fuerza simbólica el hecho de que se comience a replantear desde las raíces cuál es el futuro de América Latina. Es significativo que algunas de las perspectivas más inteligentes como esbozo de lo que podría ser un nuevo modelo de sociedad surja de movimientos que tienen en cuenta el peso de su historia. Hay todo un panorama histórico latinoamericano por resolver, y son por lo menos 500 años. Por eso me pareció maravilloso las declaraciones del dirigente Felipe Quispe, durante el conflicto del gas en Bolivia. Como el beneficiario principal de esa exportación de gas iba a ser Repsol, la compañía petrolera y gasífera estatal española, Felipe Quispe lo invitó a Aznar, por entonces primer ministro español, a que se discutiera el debe y el haber en las relaciones entre Bolivia y España. Aznar pedía una indemnización por la ruptura del contrato, y Quispe contestó: "muy bien, venga señor Aznar, vamos a discutir pero vamos a discutir todo, desde el cerro de Potosí hasta ahora. Y entonces vamos a ver quién le debe qué a quién".

 

 

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