EL PASADO
ABIERTO EN SANTA FE
La detención
del ex juez federal Víctor Brusa por
delitos de lesa humanidad configura una nueva
posibilidad para explicar por qué alguien
tan vinculado al terrorismo de estado logró
reciclarse durante la democracia. El relato
forma parte del libro "Matar para robar,
luchar para vivir", del autor de esta
nota.
El
Juancito le alcanza un mate al Cacho mientras
éste trata de unir dos fierros con
la soldadura eléctrica. Cacho dice
que Juancito es un alcahuete, pero el alcahuete
algún día llegará a chapista.
¿Así habrá
sido la escena cuando el Curro Eduardo Alberto
Ramos manejaba algo parecido a la soldadura
eléctrica y el Culón Víctor
Hermes Brusa le alcanzaba un mate?. ¿Tomaban
mate o algo un poco más fuerte para
tener el "coraje" de torturar a
una adolescente desnuda?. ¿Los mates
se los servía al Curro o al Juez Mántaras?.
¿O el Juez Mántaras era el alcahuete
de Rolón, o éste de Galtieri?.
¿Y los mates de los Gobernadores Militares,
quién se los tomaba?. ¿Y quién
era el almacenero que pagaba la yerba?. Los
que pagaban la yerba ¿eran los mismos
que pagaban la luz de la "soldadora"
eléctrica?.
¿Quién era quién?. ¿Quién
el alcahuete y quién el chapista?
El asunto es que el alcahuete
llegó a chapista.
Víctor Hermes Brusa acompañaba
a Fernando Mántaras en sus recorridas
por los centros clandestinos de detención.
Allí tomaba declaración a los
secuestrados torturados. Los amenazaba con
golpes de karate y exhibiendo armas de fuego.
No dejaba de ser un alcahuete que le llevaba
el portafolios a su jefe y se hacía
el guapito con las personas indefensas. Pero
el alcahuete llegó a sentarse en el
sillón de su jefe. Tuvo el raro privilegio
de haber sido el último juez designado
en acuerdo secreto del Honorable Senado de
la Nación y el primero en ser destituido
por el Consejo de la Magistratura. Y encima
lo destituyen por pavo, no por alcahuete.
Ahora el alcahuete que llegó a chapista
sin saber manejar una lancha (¿sabrá
soldar?), tendrá que dar explicaciones
sobre sus alcahueterías.
Mántaras y Quirelli pasaron a mejor
vida. Seguramente han tenido una muerte mucho
más digna que muchos otros, rodeados
de sus parientes y amigos, en la cama de un
sanatorio privado, con la mejor atención
médica que la Obra Social del Poder
Judicial de la Nación haya podido pagar,
y hoy sus deudos saben muy bien donde están
sus tumbas. Pero no se preocupen, señores
magistrados: acá están sus alcahuetes
para representarlos.
Sí, alcahuetes en
plural, porque Brusa no fue el único
integrante del Poder Judicial al que la Fiscalía
Federal le pidió la indagatoria. Lo
acompaña Víctor Monti, su hoy
enemigo y en tiempos más felices compañero
en la platea del estadio del barrio centenario.
Amistad que terminó en una escena de
pugilato ocurrida en el mismo Cementerio de
los Elefantes. Ajuste de cuentas, diría
la crónica policial. Sobre las funciones
de Brusa siempre imperó un equívoco,
por él mismo provocado, siempre se
presentó como secretario, mientras
que el verdadero Secretario Federal era Víctor
Monti.
Un secretario tiene en el expediente una función
similar a la de un Escribano Público:
"Da Fe" que las cosas ocurridas
delante de él ocurrieron en verdad.
Que el imputado fue informado de la acusación,
que se les exhibieron las pruebas en su contra,
que libremente eligió abogado defensor,
que se le hicieron conocer sus derechos, que
libremente y sin presiones decidió
declarar, que sus dichos se vertieron fielmente
en el acta sin omitirse nada y que firmaron
libremente el juez, el imputado y su defensor.
"Por ante mi, que DOY FE", dice
la sacrosanta fórmula.
Pero resulta que la mayoría
de los procesados recuerdan haber declarado
bajo tortura, encapuchados, y obligados a
firmar declaraciones que terminaron agregadas
a los expedientes y prestadas: Por ante Víctor
Monti, que dio fe. Es cierto que fue mucho
más vivo que el otro alcahuete. Pero
algunos testigos lo vieron en los centros
clandestinos de detención, demostrando
un amplio conocimiento de las desapariciones
y las torturas, sin tomar las denuncias por
apremios ilegales.
Sabemos mucho más
sobre las picardías y torpezas de Brusa
porque siguió siendo vecino de los
santafesinos, pero Monti no se quedó
conforme con lo que hizo durante la dictadura,
y con un perfil más bajo, siempre intentó
ir más allá. Trató de
borrar las huellas del pasado, pero no del
propio sino el de sus amos. Siguió
una exitosa carrera judicial, que terminó
como fiscal general en Mar del Plata, donde
en el colmo de la perversidad se acercó
"chapeando" a la filial de Abuelas
de Plaza de Mayo ofreciendo sus servicios
en la recuperación de los niños
apropiados. No contó con que Abuelas
tiene una abogada santafesina que sabía
de sus orígenes.
Monti siguió siendo
más vivo que Brusa. Cuando la Fiscalía
pidió su indagatoria, se jubiló
precipitadamente para evitar su enjuiciamiento
y espontáneamente se presentó
en la causa. Mucho no lo va a beneficiar.
Los delitos por los que se le acusa no son
excarcelables.
¿Compartirán, Brusa y Monti,
el mismo calabozo?. Cuando estén en
la Alcaidía de la Jefatura de Policía
que hoy regentea la doctora Leyla Perazzo,
¿festejarán con los muchachos
del inundado barrio de Santa Rosa de Lima
los goles de Colón?. ¿Volverá
la amistad?.
Probablemente, sí. Son astillas del
mismo palo.
Los pibes son del palo.
Brusa y Monti fueron más
allá de la falacia institucional que
desde 1930 caracterizó al Poder Judicial
frente a los gobiernos de facto y que con
el golpe militar de Marzo de 1976 había
tocado el fondo del mayor sometimiento que
pueda pensarse. Brusa y Monti superaron la
jurisprudencia obsecuente y cómplice
de ocho años de barbarie, violencia
y latrocinio, para ocupar un papel ejecutivo
en la base del sistema represivo como uno
más de "los muchachos de la patota".
El poder judicial federal santafesino no fue
ajeno a la dictadura criminal. Fue un cómplice
obsecuente. Magistrados, funcionarios y empleados
fueron genuflexos ante el poder militar.
Tal vez sea una exageración
y una ofensa para el Juancito tratarlos de
alcahuetes. Éste es un laburante y
aprendiz de un oficio honesto, va usar la
soldadura para unir fierros, no para desgarrar
la carne humana. Ahora falta preguntarnos
si solamente en el poder judicial de la ciudad
de Santa Fe hubo responsables de la represión
ilegal. En el resto del País, ¿qué
pasa?. ¿Será que fueron honestos
trabajadores?.
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