MARÍA
IRMA MOLINA
De Tarija
a Rosario, María Irma Molina recorrió
las estaciones de su tiempo. Sabía,
eso sí, que todo ese camino podía
revivir en un segundo. Y tal vez por eso,
Irma podía ser una y todas a la vez:
esta Madre de la Plaza sin quebrantos, aquella
chiquita ayudando a la mamá a lavar
la ropa y moler las especias, la coqueta muchacha
de los bailes, el llanto de la primera soledad.
Eras una, Irma, y todas a la vez. Y definitivamente,
nos harás mucha falta.
"La
muerte es una ingenua adivinanza....".
(Alfredo Zitarroza)
El comienzo de esta historia
nos lleva a Bolivia, y al año 1917.
Un año muy intenso para esta república
que protagonizaba las elecciones presidenciales
que llevaron al poder al candidato liberal
José Gutiérrez Guerra. Al mes
siguiente, en julio de 1917, un crimen político
sacudía al pueblo boliviano: el ex
presidente, y general, José María
Pando, había sido hallado muerto en
uno de los barrancos de Kencko (localidad
cercana a La Paz).
En medio de este contexto nacía María
Irma Molina, en el pueblo de Tarija, a 200
kilómetros de la frontera con La Paz.
Irma conoció desde muy pequeña
el peso de las ausencias. Cuando tenía
cuatro años se moría su padre,
diputado nacional, y no hacía mucho
tiempo había perdido a dos de sus hermanitos.
Desde entonces su madre, que tenía
36 años, se hizo cargo de la familia.
Primero en Tarija, después en Villazón,
Irma y sus nueve hermanos crecieron en un
mundo difícil y muy cambiante.
Entonces los días y los juegos tenían
el sabor de la Aloja, o Aguafuerte, una bebida
que ellos habían aprendido a preparar
con el fruto de la algarroba blanca.
Pero esto sólo es el principio.
Valijas
El señor Martínez era un músico
que venía desde otras tierras. Era
pianista y director de su orquesta, y había
llegado a Bolivia con un manojo de tangos
que enamoraban a las jovencitas.
Irma era entonces una muchacha y nos cuenta,
con temor a presumir, que muy bonita.
Aquella noche de tangos tomaba un refresco
con sus amigas y pedía canciones. La
orquesta tocaba.
Las muchachas no lo habían advertido,
pero cuando terminaba la noche la cuenta ya
estaba paga. "El señor Martínez
las ha invitado"- les dijo el mozo. "Bueno,
queremos conocerlo para agradecerle"-
dijeron las muchachas. Entonces comenzó
la charla, y más refrescos...
Así nacía el amor que la llevaría
a viajar más al sur. Irma no lo sabía,
porque tenía que pasar un tiempo antes
de vencer sus miedos, los miedos de su familia,
y tomar la decisión.
Aquella noche le había pedido a la
orquesta el vals "Desde el alma".
Era el que más le gustaba.
Un año y medio después, allá
por 1945, Irma se casó con el pianista
y se vino para Rosario, con 22 años
y la valija cargada de sueños.
Pañuelos
El relato nos lleva a la década del
setenta. Irma nos cuenta de sus dos hijas:
Francisca Paz Dora, la mayor, trabajaba como
modista, y Marta Martínez estudiaba
Filosofía y Letras en la Facultad de
Humanidades y Artes.
Ambas eran muy unidas. Francisca acompañaba
siempre a su hermana menor.
Irma no sabía hasta entonces de la
militancia de Marta.
"¿Se puede decir...?- Nos pregunta,
antes de contarnos que su hija menor militó
en el ERP, Ejército Revolucionario
del Pueblo.
El 14 de mayo de 1977, ambas hermanas son
secuestradas en su departamento de Buenos
Aires. De acuerdo al testimonio de los vecinos
se había preparado una zona liberada
para detenerlas.
"Aquella noche- nos cuenta Irma- tuve
que dormir sola en aquel departamento. Vi
cómo dejaron todo revuelto, cómo
robaron, el desastre que dejaron. Porque en
ese momento no podía pensar en otra
cosa y me fijaba en las pertenencias que faltaban".
Desde entonces Irma comenzó la búsqueda,
la travesía que la haría recorrer
iglesias, cuarteles, juzgados, colas interminables
en la OEA, cuando no habían abogados
ni jueces que se atrevieran a recibir las
denuncias, cuando un hábeas corpus
costaba un millón de pesos.
Así se encontró con las primeras
Madres de Plaza de Mayo y se sumó a
la marcha de los pañuelos. Desde Rosario,
junto a Nelma Jalil, marcharon a Buenos Aires,
donde pudo conocer a las Madres y a esa mujer
tan valiente, Azucena Villaflor.
Partida
El 30 de diciembre, cuando se asomaba el 2005,
Irma se fue de viaje hacia el misterio, en
silencio, sin despedidas, después de
haber visitado a su familia en Tarija.
Nos queda el orgullo de haberla conocido,
de haberla acompañado cada jueves en
la Plaza 25 de Mayo, de haber compartido momentos
inolvidables.
Irma tenía una inquebrantable alegría,
una sonrisa que nunca pudieron robarle.
Como en el vals, "Desde el alma",
las heridas, que son muchas, no evitaron que
Irma se niegue al olvido.
Ella nos contó su historia, una mañana
de septiembre de 1999. Nos contó de
su orgullo de haber sido amada, de haber amado
mucho.
Nos habló de su hijo, que vive hoy
en Australia, de su marido y del sindicato
de músicos.
Y allí andará, habitando los
sueños de cada uno de nosotros, en
la marcha de los jueves, en la obstinación
de seguir señalando a cada uno de los
asesinos y a sus cómplices que caminan
nuestras calles, en la urgencia de conseguir
que este mundo sea diferente.
Ya lo habíamos dicho, un pañuelo
blanco no puede ser despedida, nunca más.
Por eso Irma andará entre nosotros,
y brindamos por eso.
Carta a Irma
por Rosalyn Ruiz
Sin esperármelo,
hoy domingo mientras conversábamos
de cualquier cosa me enteré de
tu muerte. No podía creerlo (...)
Me venían todos los recuerdos
tuyos. Sobretodo el del sanatorio, la
última vez que te fui a ver,
y que estabas tan flaquita, tan débil.
Te creí seguir, jamás
pensé que te llegaría
la hora, tenías tantas pilas,
amabas tanto la vida. Cada vez que te
pasaba algo decíamos, ¡esta
nos va a enterrar a todos!
No quería que se vaya una Madre,
no ahora que las necesitamos, en medio
de esta desesperanza. Siguen siendo
un soplo vital entre tanta asfixia.
Por lo menos para los que las tratamos
de acompañar, el reencuentro
con ustedes y con los 30.000 cada jueves
es basal. Ahora estarás con Carmen,
María Rosa y con tantas otras
madrazas. Me consuela saber que estarás
en calma y que estarás con tus
hijas, en muy buena compañía.
Allá arriba con ellas y acá
con los que quedamos en la ronda. Los
que te seguiremos recordando. No te
preocupes, todos los jueves nos encontraremos.
Y este jueves si podés venir,
te vamos a leer algo y algunas flores
perfumarán tu recuerdo.
Con mucho cariño, Rosalyn.
Rosario, 2 de enero
de 2005.
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