ESPERANZA
LABRADOR Y LA UTOPÍA EN LLAMAS. PRIMERA
NOTA.
Aquellos de mente estrecha,
los asesinos, pensaban que matándolos
los iban a hacer desaparecer. Pero no fue
así. Con la muerte los lanzaron al
horizonte, y se selló para siempre
toda esa lucha.
(Joaquín Núñez)
Las ausencias
Septiembre
de 1976. Miguel Ángel Labrador
se encontraba de viaje en el interior de la
provincia. Esa fue la última vez que
supieron de él.
10 de octubre de 1976. Un grupo de tareas
a cargo de José Lofiego saquea violentamente
el hogar de Víctor y Esperanza Labrador.
En la casa de su hija Manolí harán
lo mismo. Finalmente, en el domicilio de su
otro hijo, Palmiro, simularán un tiroteo
con éste, su esposa, Graciela Koatz,
y Víctor. Días después
les entregarán sus cuerpos.
Luego de lo ocurrido, la familia Labrador
se va a España, su tierra natal. Más
tarde, Leopoldo F. Galtieri diría al
canciller español Vicente Ramírez
Montesinos que Víctor Labrador fue
un daño colateral. Miguel sigue desparecido.
Locas de dolor
Febrero de 1977.
Esperanza siente que debe volver a Argentina
a buscar a su hijo. Manolí le pide
que no lo haga. No la escucha y vuelve.
"Una de las primeras con la que me encontré
es Nelma Jalil que era con la que íbamos
a Buenos Aires todos los jueves. Ahí
ya nos ponemos el pañuelo y empezamos
a venir acá. Íbamos las dos
solas con el pañuelo. Si faltaba ella,
iba yo sola. Faltaba yo e iba ella sola. Hasta
que nuestras compañeras se fueron uniendo",
señala Esperanza evocando sus primeros
pasos en la ronda de las locas. Y con un brillo
especial en sus ojos recuerda: "Íbamos
a la plaza y nos insultaban: 'Viejas locas'.
Pues sí, estábamos locas, locas
de dolor, de dolor porque nos han matado a
nuestros hijos".
Esperanza parece una mujer más. Pero
su cuerpo ha sido testigo de una historia
que cualquier mortal no es capaz de soportar.
Es la Esperanza que, como tantas otras madres,
hizo horas de cola frente de lo que era el
Comando del Ejército para saber dónde
estaba su hijo. La misma que se animó
a gritarle en la cara a Galtieri: "¡Vivan
los Montoneros!". La misma que recorrió
todas las cárceles de la provincia
preguntando por Miguel. La misma que le dijo
a un policía que quiso estrechar su
mano: "¡Sacá esa mano de
ahí! ¡Esa mano está llena
de sangre de mis pobres hijos!".
La historia se va cerrando
30 de Junio de 2005.
Aunque muchos hayan querido ocultarlas y destruirlas,
la justicia y la verdad poco a poco florecen.
Esperanza confía que en nuestro país
se hará justicia por las muertes de
sus familiares. Entonces, por la mañana
del jueves 30 se presentó ante el juez
federal Carlos Vera Barros para reabrir la
causa contra Galtieri y Feced. Y por la tarde,
realizó aquello que, por el apuro de
salir del país, no hizo cuando correspondía:
cumplir con el sepelio de su esposo, su hijo
Palmiro y su nuera. En un acto conmovedor
presidido por el padre Joaquín Núñez,
se esparcieron las cenizas -que hasta el momento
estaban en el cementerio de Granadero Baigorria-
en la Plaza 25 de Mayo. En aquella plaza que
hace 28 años es testigo de su lucha,
es donde la historia comienza a cerrarse.
Y como un símbolo de este cierre Esperanza,
antes de irse nuevamente a España,
entrega el pañuelo a Darío de
Vicenzo, hijo de la desaparecida Mirian Moro.
"Te lo doy con todo el cariño
del mundo como si fuera tu madre", dice
con los ojos llenos de lágrimas, pero
con una sonrisa inmensa.
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