El grito herido que no
cesa
Al
principio uno quiere volar a través
de los años, meterse en esos días
con olor a libros ardiendo en las hogueras,
para poder entender la valentía, el
coraje de ponerse de pie. Élida
López nos
cuenta de ese tiempo, y nos lleva a Mar del
Plata, en 1976. Adrián Sergio López,
su hijo, había aprendido a sentir como
propio el dolor ajeno desde que un día
su padre le reprochó un aparente desinterés
por las cosas. Fue su mismo padre quien le
advirtió, los primeros días
de octubre de 1976, que se cuide, que no regrese
a Mar del Plata, que lo estaban buscando.
Después no fue fácil ponerse
en marcha, recorrer todos los caminos, juntarse
con las primeras Madres y organizarse, reunirse
en las iglesias, hablar con los amigos de
Sergio. Élida fue una de esas primeras
Madres marplatenses y siguiósiendo
Madre de la plaza en Rosario, desde que se
vino, en 1996.
Élida
tiene una certeza. Nos cuenta que su hijo
estuvo detenido en la Base Naval.
Las
Madres no tenían miedo y se reconocían
entre ellas, sin haber hablado, con sólo
mirarse. Los verdugos, que también
las intuían, no se atrevían
a enfrentarlas, ni siquiera para recibir una
carta de sus manos. Ellos olían a los
pañuelos y se escondían. Élida
tiene una memoria infinita y muchas cosas
para contarnos, imágenes guardadas
para mostrarnos. El día se termina,
y todavía falta tanto...! Su amistad
con Don Jaime De Nevares, sus queridas Madres
marplatenses. De momento Élida nos
regala unas imágenes, un pedacito de
historia guardada en la poesía de Dora,
la poesía que nos habla de ese grito
que es espejo, de esa voz que regresa a nosotros
desde el fondo de los tiempos.
El
Grito
Una tristeza larga
y un dolor infinito
embarga hoy mi espíritu
lejano el pensamiento donde están
nuestros hijos
pronunciando nombres, despacio, despacito.
Pidiendo que en bandadas regresen nuestros
hijos.
Pidiendo, despacio, despacito, que vuelvan
días felices.
Porque si no volvieran...
el grito de las madres será al
viento lanzado.
¡Será un grito largo!
que cruce la montaña,
que recorra el mundo, para que no se
pierda,
que se estremezca el cóndor y
que lloren las piedras
que llegue a los oídos de todos
los culpables
y que lloren de espanto, de noche los
cobardes.
Porque ese grito largo, de madre que
han herido
jamás serácallado.
A buscarnos un día el mejor juez
vendrá, la conciencia.
Acallada, al culpable hablará...
de la tristeza larga, del dolor infinito
de ese grito largo de madre que han
herido.
Ella les hablará.
¡Entonces! por ellos pediremos porque
no tendrán paz.
Dora Felisa
Madre de Plaza de Mayo
de Mar del Plata
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